En estos tiempos de guerras expulsoras, dictaduras insaciables y migraciones harapientas, las fronteras son tajos odiosos. En la vida real estas viven únicamente en los mapas, es decir son ficciones de papel. Los ríos, los mares y los militares se encargan de darles oxígeno.
Por fortuna estos linderos no son todopoderosos. El director de cine alemán Rainer Fassbinder, prolífico a pesar de haber muerto a los 37 años, fue bien consciente de su naturaleza. “Vista desde afuera –aseveró- la vida en esta sociedad está normatizada hasta el extremo. Hay muchos puntos y líneas que no permiten ser traspasados, igualmente es peligroso también acercarse a ellos”.
Pero vislumbró una escapatoria: “la única cosa que se puede tentar es la imaginación, ella es incontrolable, trasciende las limitaciones que la estorban. Con ella se pueden destruir las fronteras”.
El representante del Nuevo cine alemán, quien fustigó la xenofobia en su cinta Katselmacher, es muy claro en postular que las fronteras surgen cuando se ve la sociedad “desde afuera”. Es decir, estos límites entre países no son inherentes a la naturaleza de los países. Aparecen como un añadido, como obstáculos a la fraternidad humana erigidos por alguien.
Así las cosas, es posible proponer una libertad de movimiento más allá de los puntos y líneas. No es locura reivindicar la capacidad de trascender las limitaciones entre rayas divisorias. Y por tanto concluir que “se pueden destruir las fronteras”.
Como gran artista que fue, Fassbinder sabe de qué habla. Conoce de mundos fabricados en paralelo con los mundos donde no se puede pasar de un lado a otro. En los primeros, en los mundos de la imaginación, cualquier hombre es capaz de ir al centro de la Tierra, a Marte, al corazón de las células luego de traspasar sus membranas.
Estos vuelos permiten encontrar la candela que puja por salir de los volcanes, saber cuántos días componen los días en el espacio, derrotar el cáncer mediante la oxigenación de la unidad anatómica fundamental de los vivos.
Semejantes hazañas de la imaginación están al alcance de científicos y artistas. Estos vislumbran las operaciones, aquellos las comprueban y realizan. Ahora bien, toda persona es un sabio en potencia. Eso sí, debe educarse, debe pararse sobre los hombros de los gigantes para contribuir con eficacia al colapso general de las fronteras.