La disposición a servir a los demás no suele surgir espontáneamente del corazón de los niños. Sin embargo, cultivar el deseo de ayudar al prójimo y a quienes más lo necesitan es una experiencia profundamente enriquecedora que se debe cultivar en los hijos. Lo cierto del caso es que, cuando amamos a los hijos les enseñamos a amar, cuando valoramos sus contribuciones aprenden a colaborar y cuando los acogemos con afecto aprenden a respetar y a ayudar al prójimo.
Lo cierto del caso es que, aproximadamente a los nueve meses de edad, los bebés expresan la alegría que ven en los rostros de sus padres. Aun cuando la capacidad de amar y cuidar a los demás no surge espontáneamente del corazón de los niños, esta se comienza a cultivar desde muy temprana...