Gabriela vive acomodada en Viena, Austria. Sentada desde su sofá veía a diario cómo llegaban refugiados a su ciudad. Huyen de su propia casa, escapan de la guerra de Siria en la lucha por otra oportunidad para sí mismos y su familia y llegan aterrados a un sitio que desconocen y en el que no saben qué va a ser de ellos. Gabriela lo tuvo claro: “Tengo que hacer algo”. Trabaja como directora de hotel, así que contactó a su equipo y se puso manos a la obra. Dieron con una residencia de ancianos que llevaba en desuso desde 2012 y con ayuda de Cáritas la convirtieron en un hotel.
Pero la intención principal no es ofrecer asilo, que también, sino ofrecer trabajo. En este hotel solo trabajan refugiados. Esto les da la posibilidad de obtener poder adquisitivo...