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Comprender el contexto es fundamental para sobrevivir en tiempos difíciles o ante adversarios poderosos. Así que toca respetarlos, mirar el largo plazo y reconocer que ese socio o gobierno que nos incomoda no se va a ir pronto.
* Director de Comfama.
Querido Gabriel,
“¿Por qué querés resolver todos los problemas?”, me dijo Horacio, un buen mentor que recuerdo por su agudeza mental. “Hay asuntos que no se resuelven, solo se manejan”, me explicó mientras salíamos de una junta en la que los socios estábamos en desacuerdo sobre el futuro de la empresa, tanto que empezábamos a tener encontrones personales. “No trates de arreglarlo ni de convencerlos, perderíamos un montón de tiempo. Este es de esos problemas que se resuelven solos”. Confié en su experiencia, conservamos la relación y el problema maduró, se resolvió sin hacer (casi) nada, como dijo Horacio. ¿Hablamos de paciencia y de espera activa?, ¿de cómo relacionarnos con socios o gobiernos con los que no nos entendemos, pero con los que tenemos que convivir?
Hace poco, una congresista norteamericana, refiriéndose al eventual gobierno del más temido candidato, usó una expresión que me dejó frío: “Entraríamos en un juego de espera”. A veces, afrontar los problemas que no tienen solución inmediata implica andar sin prisas. En algunos casos, incluso, esta es la única respuesta posible para momentos de cambio radical de escenario, ante desequilibrios de poder o callejones sin salida.
Comprender el contexto es fundamental para sobrevivir en tiempos difíciles o ante adversarios poderosos. Así que toca respetarlos, mirar el largo plazo y reconocer que ese socio o gobierno que nos incomoda no se va a ir pronto y que no podemos (ni debemos) deshacernos de él. Tenemos que sobrevivir para poder después florecer.
Usemos la metáfora del invierno, cuando los seres vivos se refugian y ahorran energía, pero no mueren. Uno puede mirarlo como la antesala de la muerte por hipotermia o dejar la quejadera, ver una oportunidad para resguardarse y pensar en los siguientes pasos. ¿Recuerdas la expresión de origen militar “los cuarteles de invierno”? A veces habrá que entrar en ellos para ganar perspectiva, encontrar nuevas ideas y volver fortalecidos.
Una buena espera puede ser, además, un espacio de entrenamiento y de aprendizaje. En los juegos de espera es clave la serenidad, hay que evitar las grandes confrontaciones, realizar nuestra labor con más esmero y alegría que nunca y pensar en que cada paso maximice nuestro impacto simbólico y práctico. Unas palabras, una imagen o un nuevo proyecto en nuestro círculo de influencia serán la señal de que allí estamos.
Es fundamental, también, aprovechar la energía disponible para sembrar el futuro, definir una estrategia para la empresa (o el país). Las iniciativas más importantes surgen del silencio y la soledad. Aunque la acción es esencial en la vida, solo de la reflexión paciente nace el más brillante porvenir. Con la adrenalina alta se hace lo necesario, pero en la quietud emergen las soluciones fundamentales.
No se trata, desde luego, de ocultarnos y callar. Con esos socios o políticos con quienes no tenemos casi nada en común debemos a veces diferir con coraje, pero también conversar y mantener puentes, aunque sean apenas canales de comunicación para evitar el desastre o el escalamiento del conflicto. La espera activa debe contener y evitar la exacerbación. Por eso, hagamos la tertulia y leamos para inspirarla la bellísima carta al final de ese libro que tanto nos inspiró en la juventud, El conde de Montecristo de Alejandro Dumas, que resume toda la sabiduría humana en dos palabras: esperar y confiar.