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Ahí está el refugio seguro y reconfortante de la lectura, para los que estamos de acuerdo con protegernos de la explosión monotemática de los primeros días del nuevo año, cuando escasean las noticias importantes y no pocos colegas de radio y televisión llenan tiempos de emisión con la insistencia casi eufórica y hasta espeluznante en la pandemia del virus innombrable.
Es razonable comparar ese refugio de la literatura con los antiguos caravansares o karavansarys persas, donde pasaban la noche las caravanas para restaurar energías después de cada jornada, o con las ventas como la de Puerto Lápice, donde veló sus armas Don Quijote, o con las fondas camineras en las que pernoctaban los arrieros paisas legendarios, o con los hostales a la vera de las autopistas internacionales.
Los espectadores forzados y a veces asediados de la realidad tenemos la opción refrescante de escoger buenas guías de entretenimiento útil con la compañía confiable de los libros. El efemeridismo nos ofrece una buena propuesta. Tenemos suficiente material para la agenda con los centenarios y bicentenarios de autores ya acomodados en la galería de los clásicos.
Por ejemplo, en las tertulias que hemos disfrutado con amenos conversadores en diversas plataformas informáticas y a las que nos hemos habituado hasta que se integraron al programa de actividades semanales, no dejaremos de hablar de cuatro bicentenarios muy atractivos: En abril, emergerá Charles Baudelaire, uno de los poetas malditos. En noviembre reaparecerá nadie menos que Dostoievski. Y en diciembre releeremos a Gustave Flaubert. Del poeta francés de Las flores del mal, del genio ruso de Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov, del creador de Madame Bovary estaremos afinando pesquisas en las bibliotecas e incontables fuentes de referencia.
Los colombianos recordaremos a José Eustasio Rivera y su impecable libro de sonetos Tierra de Promisión, publicado cien años atrás, como también, de contera, trataremos sobre la arquitectura estilística y las profundidades selváticas de La vorágine.
Los profesores, docentes y maestros de literatura tienen ahí una magnífica oportunidad para completar y diversificar y hacer más cautivantes los programas instituidos para cultivar el ejercicio edificante de la lectura.
No deben faltar centenarios como los del escritor italiano Leonardo Sciascia, el suizo Frederich Dürrenmatt, la estadinense Patricia Highsmith, el jusfilósofo John Rawls, el autor británico Christian Derrick, el cercano pensador Edgard Morin, el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal, el polímata Fernando Fernán Gómez, el pedagogo brasileño Paulo Freire y el centroamericano Augusto Monterroso.
En las listas de efemérides por consultar es obvio que no estén todos los que son y no sean todos los que estén. Pero tenemos disponible un plan de vuelo en cronóptero, la máquina del tiempo, para cambiar de tema, porque esto del innombrable como que va para largo
