El evangelio es un libro singular, fruto, no de la fantasía, sino de la experiencia de cuatro autores. Un libro de historia, que da noticia de Jesús, el verdadero evangelio, Dios hecho hombre, con palabras que adquieren un significado nuevo al referirse a Él. Cuenta la historia de una relación de amor que sobrepasa toda imaginación por ser divina y humana a la vez.
Para Escoto Eriúgena la Biblia encierra un número infinito de sentidos y la comparó con el plumaje tornasolado del pavo real, y también se ha dicho que hay tantas Biblias como lectores de la Biblia. De manera que cada lector del evangelio está llamado a ser protagonista de lo que lee, haciendo de su vida la obra de arte por excelencia, en que la belleza es moldeada con gusto exquisito, como la obra portentosa del Creador.
La obra de arte es para ser interpretada, y cuanto más perfecta, más interpretaciones admite. Cada lector, cada intérprete, tiene como punto de referencia su relación de amor con el Artista divino, de quien le viene su capacidad de interpretar. A mayor sintonía, mejor calidad de interpretación. Y la obra de arte perfecta, sublime, es Jesús, cuya misión consiste en hacer al hombre partícipe de su hermosura divina.
Jesús, artista por excelencia, dejó en el evangelio dos modos de interpretarse. Uno, viviendo en relación de amor con su Padre, concretada en esta afirmación: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10,30). Unidad que va apareciendo, como cuando dice a Felipe: “Quien me ve a mí, ve al Padre” (Juan 14,9). Jesús es la transparencia del Padre.
Y el otro modo: “Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros” (Juan 17,20). Jesús pide para cada ser humano lo que él es, uno con el Padre. Unidad que por ser dinámica, requiere cultivo permanente. Y, según Santa Teresa, orar es tratar de amistad con quien sabemos nos ama. El amor determina mi grandeza humana y divina.
Cuando Juan manda preguntar si es él el que ha de venir, Jesús responde: “Digan a Juan lo que ven y oyen: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen y los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 11,4-5). Jesús nos hizo este desafío abrumador: “Si ustedes tienen fe en mí, harán las mismas obras que yo hago, y aún mayores” (Jn 14,12).
En esta pandemia siglo XXI, leo el evangelio en procura de Jesús, cuya imagen y semejanza estoy llamado a ser