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El mundo empelota

Por anacristina aristizábal uribe

anacauribe@gmail.com

El mundo empelota. Supimos que en la gran Medellín, la que ha gastado la plata suficiente del erario público como para convencer al mundo entero de que ha superado los tiempos más negros de su historia, ahora nos revela la realidad de que un millón de sus habitantes tienen problemas serios para acceder a los servicios públicos. Quién sabe desde cuándo están así. El gobierno actual les hizo la caridad “de garantizar el acceso a los servicios públicos durante la emergencia por el coronavirus: más de 290 mil familias y un millón de personas se verán beneficiadas con las nuevas medidas” (boletín de prensa, Alcaldía de Medellín, 27.03.2020). ¿O sea que en Medellín hay un millón de personas que mensualmente tienen dificultades para acceder a los servicios públicos básicos? Hasta agradecidos que estarán con el virus.

El mundo empelota. A pesar de la permanente emergencia social que vive Colombia desde hace años y de que los sectores más desfavorecidos han suplicado a los gritos, con pancartas, manifestaciones y marchas, que les mitiguen la pobreza con ayudas, medidas y auxilios, y no lo habían hecho o lo hacían a cuentagotas, el virus hizo que aparecieran 14,8 billones de pesos para los programas Familias en Acción, Jóvenes en Acción, Adulto Mayor, nuevos recursos para el sistema de salud y dar liquidez a la red hospitalaria (El Espectador, 13.03.2020). ¿Dónde estaba ese dinero? Otra cosita: habían dicho que la devolución del IVA empezaría en enero del 2021; pero no, empezarán a devolverlo ya. Entonces, ¿por qué había que esperar hasta el año entrante?

El mundo empelota. De repente nos estalló en la cara la realidad de un inmenso número de personas que viven de la informalidad, de la precariedad del trabajo y que dependen del diario, como para encerrarlos en cuarentenas. “Puede que el virus no nos mate; pero el hambre, seguro que sí”, piensan ellos y ahí están en la calle, rebuscándosela.

El mundo empelota. La virtualidad no es la panacea ni la vida que quisiéramos habitar; el teletrabajo y el telestudio son abrumadores. Y, además, son privilegio de una minoría que tiene en la casa Internet, energía y un PC adecuado para ello.

Qué frágiles y mortales somos. Qué envanecidos y soberbios hemos vivido. Qué dislocados y engañados nos han tenido.

Nota: A esta hora los corruptos aprovechan que las cámaras muestran otra cosa....

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