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El nuevo gobierno de Israel: limpiar el desorden de “Bibi”

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Por Dahlia Scheindlin

Después de cuatro ciclos electorales, dos años y un hombre en el poder desde 2009, Israel está al borde del cambio. El miércoles por la noche, ocho partidos políticos salvajemente diferentes en su ideología anunciaron que establecerían una coalición, alineándose detrás de Yair Lapid, del partido centrista Yesh Atid (”Hay un futuro”) y Naftali Bennett, un exlíder de un consejo de colonos de Cisjordania –del partido nacionalista Yamina (“Derecha”)– para destituir al primer ministro Benjamin Netanyahu (“Bibi”).

Israel tiene la primera oportunidad en 12 años de una transición de poder. E incluso si el nuevo gobierno tiene una esperanza de vida corta, no debe conformarse con políticas limitadas. Un nuevo liderazgo significa una visión audaz sobre los temas más difíciles de Israel. Si no proporciona una visión sustancial detrás de la marca “anti-Bibi”, los votantes en las próximas elecciones, tarde o temprano, podrían decidir que realmente no hay alternativa.

Tres valores rectores llevarían a Israel hacia un cambio genuino: no solo una ruptura con el liderazgo de Netanyahu –que Bennett describió recientemente como “dictado por consideraciones personales y políticas” al tiempo que “crea una cortina de humo de adoración a la personalidad”–, sino también un nuevo camino para el futuro. Para llegar allí, este gobierno debe evitar un estilo de gobierno nacionalista y antiliberal, volver a abrazar las normas democráticas y articular una política para poner fin a la ocupación.

Establecer estos valores desde el principio es la tarea más urgente de la nueva coalición. El gobierno precario luchará contra el tiempo y la tensión para llevar a cabo la política; al menos, necesita una visión.

Más inmediatamente, el nuevo gobierno debe hacer una ruptura limpia de la retórica divisiva que el Sr. Netanyahu usó para envenenar la sociedad israelí. No será fácil. El Sr. Bennett, quien está designado para servir como nuevo primer ministro, ha sido actor clave en la política nacionalista de extrema derecha de Israel. Sin embargo, Bennett habló de unidad y amistad, espíritu de equipo y compromisos.

Revertir el nacionalismo antiliberal que prosperó bajo Netanyahu es simplemente el primer paso para detener la hemorragia de la democracia israelí. El nuevo gobierno también debe adoptar valores e instituciones democráticos. Pero eso requiere que esta mezcolanza de compañeros de cama ideológicos se pongan de acuerdo sobre cuáles son esos valores democráticos.

La erosión democrática de Israel ha involucrado numerosos aspectos. Poner fin a la incitación contra los ciudadanos palestinos en Israel, como las acusaciones de Netanyahu en 2019 de que los miembros árabes de la Knesset (Parlamento de Israel) son partidarios del terrorismo que quieren destruir a Israel, sería un paso hacia la curación de la democracia.

El problema con la democracia israelí es su negativa a definir qué es Israel: una teocracia, una aspirante a democracia o una potencia ocupante. Todo lo cual significa que no se puede aclarar nada si el gobierno no aborda un tercer tema central: el conflicto palestino-israelí.

Mientras tanto, la ocupación se profundiza, la independencia palestina se desintegra y las consecuencias se aceleran: en marzo, la Corte Penal Internacional anunció que estaría investigando a Israel y grupos militantes palestinos por posibles crímenes de guerra; grupos de derechos humanos extranjeros y nacionales han acusado al país de apartheid. Un nuevo conflicto estalló hace apenas unas semanas, provocando una violencia étnica impactante entre los propios ciudadanos de Israel.

Una opción es reactivar el compromiso hacia una solución de dos Estados, preferiblemente en la forma actualizada y más humana de una confederación de dos estados basada en fronteras abiertas y cooperación en lugar de una dura partición étnica.

Sin un gobierno estable, presupuesto ni legislación sustancial en cuanto a política en gran escala por dos años, el país está paralizado. La escalada con Hamas puede estallar nuevamente. La pesadilla electoral de Israel ha sido una manifestación de los más profundos desacuerdos del país. Si los nuevos líderes se toman en serio su prometida “coalición de cambio”, deben comenzar con una visión, incluso si no completan el trabajo.

Al fin y al cabo, Moisés tampoco entró a la tierra prometida, pero al menos mostró el camino

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