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El príncipe consorte

Por

ana cristina restrepo j.

redacción@elcolombiano.com.co

Esta es la historia de una mujer que se enamoró del hombre equivocado. No solo era mucho mayor que ella (él, nacido en los años cuarenta; ella, en los setenta), sino también un personaje público, poderoso, con una pareja estable (una gran mujer, además). Su romance fue descubierto, expuesto en los medios de comunicación. Por supuesto, como dicta la ancestral costumbre de nuestras sociedades -en Occidente, Oriente... ¡la que sea!- la “culpa” fue de ella.

En aquel entonces, apenas clareaba el poder de internet. Ella fue, tal vez, la primera víctima de cyberbullying: el mercado de la vergüenza fue alimentado con su humillación pública. Cada ‘clic’ en los enlaces o chistes sobre su caso, traía nuevos patrocinadores.

Durante años, el baño de su casa no tuvo cerradura: sus padres temían que ella se suicidara.

Republicanos, demócratas y los del medio estuvieron por fin de acuerdo: Monica Lewinsky era una “cualquiera”. Al unísono, la convirtieron en una Magdalena, lapidada por todos, un icono de lo censurable.

¿¡Cómo vamos a pagar impuestos para que la Casa Blanca sea un burdel!?

(No se discute lo inapropiado del uso de las dependencias públicas para el “divertimento” de un funcionario; pero ¿valía la pena destruir así la vida de una joven?).

La becaria enfrentó la humillación, mientras que el hombre más poderoso del mundo, con la habilidad del buen político, se sacudió la solapa del blazer y siguió adelante. Abandonó a Lewinsky sin explicación: las de su “calaña” no merecen el tratamiento de damas.

De este escándalo, y sin proponérselo, salió fortalecida la entonces primera dama de los Estados Unidos, Hillary Clinton. Fue leal, discreta, reservada. Una fina asesoría en comunicaciones logró proyectarla como lo que sigue siendo: una perfecta dama. Y más allá: una funcionaria con las capacidades para ser postulada por sus superiores al poder, y elegible por el pueblo. Ha sido Secretaria de Estado, senadora y ahora aspira a la Presidencia de los Estados Unidos.

Monica Lewinsky guardó silencio durante 17 años. Casualmente, hace un par de semanas, TED talks publicó una conferencia suya, la primera vez que le da la cara al mundo después del escándalo (http://goo.gl/imjLYR).

El mismo círculo moralista, conservador y sobre todo machista, que aprovechó la coyuntura para aplastar a Bill Clinton, cometió un error de cálculo: si por un lado asfixió a la becaria de la Casa Blanca, por otro, elevó a los cielos la imagen de Hillary Clinton ante el planeta.

Ahora quieren deshacer sus pasos: con los mismos epítetos machistas, algarabías inocuas y bromas buscan destruir una brillante carrera política forjada a pesar de la sombra de su marido.

El gran Bill se debe estar acomodando en su diván de príncipe consorte.

Como Angela Merkel o Christine Lagarde, Hillary Clinton se perfila como la nueva amenaza de los cavernarios: ¡cómo incomoda (y asusta) una mujer en el poder!

Que empiece a elegir con buen ojo a sus becarios. Y, cómo no, que se cuide de las cámaras del salón oval.

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