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El resurgir de las habilidades blandas

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Por Sara Berbel Sánchez

Barack Obama fue entrevistado por el periodista Javier del Pino hace unos días y, al ser preguntado por el enorme seguimiento que un personaje como Trump lograba, respondió que, en épocas de incertidumbre y miedo, aparece la atracción hacia los hombres fuertes. En consecuencia, el expresidente de Estados Unidos concluía que hay que aliviar esos temores y resentimientos de parte de la población para que triunfen la democracia, la igualdad y la participación. Si no se ofrecen alternativas, aparecen presidentes como Trump y escenarios contrarios al orden democrático progresista, como recientemente pasó en su país con el asalto al Capitolio en Washington.

Me resultó fascinante esa connotación negativa de “hombre fuerte”, ligada a la aparición de regímenes poco democráticos y líderes autoritarios. Por eso una afirmación como la que hace Obama es tan valiente. Fíjense en qué bando se ubica él cuando la pronuncia, un hombre que ha sido el presidente de la mayor potencia mundial: se coloca sin la menor duda en el lado de los hombres “no fuertes”, el de los hombres que ostentan una masculinidad diferente, mucho más cercana a la que tradicionalmente se ha considerado femenina. Y además asocia a ese nuevo estilo de liderazgo la democracia, la igualdad, la participación... todo aquello que es nuclear para quienes defendemos el progreso.

Lo que muestran los estudios de Psicología Social es que solo respuestas complejas pueden abordar crisis complejas. Y ya han aparecido investigaciones que señalan el mejor estilo de liderazgo como aquel que ha promovido equipos y actuaciones transversales, multisectoriales e interinstitucionales. Muchos de esos liderazgos han sido ostentados por mujeres en el mundo: la laborista Jacinda Ardern, en Nueva Zelanda o la socialdemócrata Sanna Marin en Finlandia.

La socialización diferencial entre hombres y mujeres suele llevar aparejada una mayor frecuencia de habilidades duras entre hombres y blandas entre mujeres. Si ustedes distribuyen un texto económico a un grupo de personas y les pregunta quién lo ha escrito, la mayoría se decantará por la autoría masculina. En cambio, si ofrecen la lectura de un texto sociológico o lingüístico, se considerará mayoritariamente que ha sido escrito por una mujer, y esta diferente adscripción por género conlleva también una diferente valoración. Las habilidades duras han estado muy bien consideradas hasta hace poco, mientras que las blandas eran denostadas y minusvaloradas.

La crisis confirma que las habilidades imprescindibles para sortear crisis y situaciones complejas son las llamadas blandas, y no las duras, en las que con frecuencia destacan las mujeres líderes. Y son, además, las que promoverán sociedades participativas, igualitarias y democráticas .

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