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El tabú de la tribu

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Por Lina María Múnera G.

muneralina66@gmail.com

En esta desenfrenada carrera hacia el abismo del no querer entendernos, hay voces que nos alertan sobre los tiempos desquiciados que vivimos. Tal parece que nos hemos atrincherado en pequeñas tribus cargadas de tabúes que pretendemos imponer a otros a la fuerza sin entender que el valor del tabú reside en la voluntad de cada uno, en la autodisciplina interna para convivir dentro de unas reglas de conducta social que nos permiten evolucionar. Havelock Ellis escribió un ensayo titulado On life and sex: essays of love and virtue, y en él tiene un capítulo que se llama La función de los tabúes, entendidos como normas cambiantes y posibilidades que se expanden redefiniendo la comunidad y la vida cívica. Nunca como actos de intransigencia.

La ligereza con la que nos adentramos en internet para informarnos nos hace olvidar que somos nosotros los responsables de seleccionar las fuentes y que tenemos que establecer unos parámetros que necesariamente exigen renunciar a mucha información que flota por el ciberespacio como basura tóxica. Si queremos que haya cambios reales, si estamos dispuestos a exigirlos, tenemos que entender la historia y no quedarnos con datos sueltos obtenidos a la ligera. ¿Cuáles son esos tabúes que ya no nos sirven como sociedad? ¿Hacia dónde queremos avanzar?

Sembrar el caos no es difícil. Y más en territorios con grandes necesidades donde el populismo puede arraigar fácilmente. De ahí la importancia de la reflexión individual que nos da la libertad de decidir para dónde y cómo. Hay que asegurarse de no ser manipulado y actuar con conocimiento y no con adoctrinamiento. Hay un ejercicio sencillo que consiste en plantearse no sólo qué es lo mejor, sino lo realmente importante.

Vivir en sociedad implica moverse dentro de unos límites que aunque tienen una cierta flexibilidad, restringen. No para coartar libertades, sino para asegurarse de que predomina el bien común. No para evitar el cambio, sino para producir transformaciones de fondo auténticas dentro de contextos realistas. Porque si nos venden falsos sueños, debemos aceptar la carga de responsabilidad que nos corresponde por no haber investigado antes la situación del mercado. Somos una inmensa tribu, pero la capacidad de raciocinio la poseemos de manera individual. Hay que ejercitarla para tomar decisiones responsables que redunden en un bien común. Y alcanzado ese punto, siempre será necesario tener reglas claras que permitan la convivencia.

Ahora más que nunca, nos deberíamos imponer el no simplificar la realidad, pero también, haciendo uso de las palabras de Susan Sontag durante su última aparición pública, “comprender que para que haya plenitud, coherencia y unidad debe haber fronteras”

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