Por P. CARLOS LOPERA ARANGO
Hastiado de tantas malas noticias y tanta degradación humana, sentí la imperiosa necesidad de buscar algo bueno en el contorno, algo que me reconciliara con lo mejor de la vida y me hiciera creer como aquella vieja canción que “el mundo es todavía hermoso”. Recordé, entonces a Saint-Exupéry cuando afirmaba que “lo esencial es invisible a los ojos, pues solo se ve bien con el corazón” y emprendí mi búsqueda por las calles de mi gran ciudad. Mi espíritu fue recompensado pronto, pues en la comuna 16, sector de Belén, me encontré con esta regocijante escena, un señor elegantísimo, de sonrisa encantadora abrazaba a una mujer humilde, de zapatos raídos, pero con la grandeza de dos hijitos a su lado, le entregaba varias bolsas...