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La transición energética ofrece múltiples beneficios en materia ambiental y económica, los cuales han sido discutidos ampliamente. Sin embargo, hay un elemento socioeconómico muy importante pero menos comentado, que puede ser una gran oportunidad para los países estén preparados, o convertirse en una barrera para el desarrollo de proyectos: la disponibilidad de mano de obra calificada.
Las energías renovables han crecido aceleradamente en los últimos 20 años a nivel mundial y se espera que la expansión en la próxima década sea aún mayor. Según cálculos de la Agencia Internacional de Energía, para 2019 el sector de energías limpias ya empleaba más del 50 por ciento de los 65 millones de trabajadores de toda la industria energética global. Por ejemplo, la generación de energía renovable, principalmente solar y eólica, emplea 7,8 millones de personas en el mundo, equivalente a los empleos generados en el sector petrolero. En el caso de la industria automotriz, la cual emplea 13,6 millones de personas, el 10 por ciento de la fuerza laboral se concentra en la fabricación de vehículos eléctricos.
La descarbonización del sector energético, la cual se debe profundizar aún más en los próximos 10 años, supone que la demanda por técnicos y profesionales especializados en instalación, operación y mantenimiento de sistemas solares, eficiencia energética, turbinas eólicas, baterías, electrolizadores y estaciones de carga para vehículos eléctricos va a ser exponencial. Y esto es solo en construcción y operación de proyectos. En los países que establezcan centros de manufactura de estos equipos para abastecer el mercado local y regional (near shoring), como busca Estados Unidos con la aprobación de billonarios incentivos fiscales, la demanda laboral será aún mayor.
Para aprovechar este potencial es urgente contar con políticas de reconversión laboral y programas efectivos para entrenar y reentrenar el capital humano. En países avanzados, como Estados Unidos, ya se está hablando de una posible escasez de mano de obra calificada en el corto plazo, lo cual podría ralentizar los ambiciosos planes de transición energética que tiene el país. Con una tasa de desempleo en un mínimo histórico de 3,5 por ciento, varias empresas han manifestado preocupación para cubrir los cerca de 540 mil puestos de trabajo en energías y tecnologías limpias que se creerán en los próximos 10 años como resultado de la Ley de Reducción de Inflación. Se anticipa que la escasez podría afectar la producción de vehículos eléctricos y baterías, así como la instalación de paneles solares y sistemas de eficiencia energética en el sector residencial.
En Colombia, donde la tasa de desempleo ronda el 10 por ciento, el panorama laboral del sector es alentador. Los cerca de 4,5 gigavatios de energía solar y eólica que deben entrar en operación en los próximos 5 años, sumado a las hojas de ruta del hidrogeno verde y la energía eólica costa afuera, pueden generar alrededor de 120 mil puestos de trabajo bien remunerados, lo cual sería una gran noticia para la economía del país. Sin embargo, esto dependerá en gran medida de que el SENA y otras instituciones educativas amplíen y dinamicen su oferta de carreras técnicas y tecnologías de acuerdo con las necesidades del mercado.
Miembro Distinguido Visitante del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia en Nueva York.
