Uno de tantos videos que llegan por las redes sociales cuenta la historia de Dubái, que era una aldea pobre de pescadores en el desierto y, gracias al petróleo, se transformó en un símbolo de ostentación, poder y dinero. Tanto que hasta islas artificiales se da el lujo de tener. Una de las más famosas y millonarias economías en el mundo, que atrae turismo, plata, negocios, plata, pompa, plata... Plata, plata, plata. Y oro, porque allá hasta se lo comen los que tienen con qué.
Preguntado por un periodista sobre el futuro de Dubái, el jeque Rashid, uno de los hombres más ricos del emirato, respondió: “Mi abuelo y mi padre montaron en camello, yo conduzco un Mercedes, mis hijos, sobrinos y nietos conducen Land Rover, pero mis bisnietos volverán a montar en camello porque: Los tiempos difíciles forman hombres fuertes. Los hombres fuertes forman tiempos fáciles. Los tiempos fáciles forman hombres débiles. Los hombres débiles forman tiempos difíciles... Los padres debemos formar hijos con carácter fuerte para que puedan afrontar todas las dificultades que puedan presentárseles. Tus hijos deben ser guerreros. Si piensas que debes consentirlos en todo estás en un error. ¿Quieres tener hijos guerreros o hijos parásitos?”.
La respuesta sería muy obvia, pero... cuando se habla de guerreros, en el sentido literal, no hay que olvidar las categorías. Está el soldado que lucha en beneficio de su país, pero también el mercenario que combate a favor de quien más dinero le paga. Si “guerrero” es sinónimo de ambicioso sin límites, y “parásito” es aquel que se sienta a esperar que llueva maná del cielo, los dos extremos son altamente perjudiciales: Uno no necesita almorzar dos veces el mismo día, ni tener 365 pares de zapatos en el armario. El dinero calma los nervios, pero como objetivo de la felicidad es una idea errada. Ambición y felicidad son como agua y aceite. Y qué pereza los parásitos sociales, que pretenden ser mantenidos y obtener ventajas, a pesar de tener alguna formación académica o capacidad física y mental para desempeñar un oficio, pero prefieren vivir de los demás (a veces, incluso, delinquiendo, como los extorsionistas).
Los tiempos pueden tornarse difíciles. Es posible que a la generación de sus nietos y biznietos les toque volver al camello, pero deben estar preparados para afrontarlos y ser capaces de llevar a las generaciones posteriores de vuelta al Mercedes.
Entre “guerreros” o “parásitos”, yo prefiero individuos equilibrados, equitativos y hacendosos, que busquen hacer lo mejor no solamente para ellos, sino para todos, porque la ambición desmedida y la pereza extrema son peligrosas y destructivas. Ejemplos hay muchos. Cuenta nuestra historia que el señor Carlos Coriolano Amador, llamado Burro de oro, amasó una gran fortuna. Cuando murió, las hijas casadas, que entonces no tenían derecho a manejar su patrimonio, vieron desaparecer esa riqueza en manos de sus despilfarradores maridos. Paradójicamente, los descendientes de don Coriolano, que fue el primero que trajo un carro a Medellín, volvieron a montar en caballo, porque camellos de dónde.
No hubo quién volviera al carruaje...