No es por hacer alarde de mi buena memoria, pero cuando yo estaba chiquita la novena de Navidad era la excusa perfecta para refrendar los lazos familiares y de amistad en torno al nacimiento del Niño Jesús. Un momento de gozo y de respeto que duraba a lo sumo media hora cada día y para el que nadie tenía que hacerse liquidar, endeudarse ni obsequiar a sus invitados con un banquete de entrada, plato fuerte, postre y trago, mucho trago. Hoy en día las novenas tienen un sentido mucho más rumbero que espiritual, pero digamos que la intención sigue siendo válida, para que no digan que “qué vieja tan cantaletosa, hombre”.
Buscando sobre el origen de la novena, encontré que fue escrita por Fray Fernando de Jesús Larrea, un sacerdote franciscano nacido...