El tono violento que se tomó la carrera presidencial antes de la primera vuelta no ha hecho más que aumentar en los últimos días y sentimos todos, arropados por una angustia y un cansancio infinito, que el domingo definitivo no llegará nunca. El tramo final entre dos candidatos que se definen como radicalmente opuestos ha llevado, paradójicamente, a muchos de sus seguidores a comportarse exactamente igual: descalificaciones, insultos y verdades a medias. Ataques personales y montajes vergonzosos. Ejemplos parciales de las virtudes propias y noticias falsas de los pecados ajenos.
Esta histeria colectiva se la achacamos a una Colombia desbocada por un Estado injusto y corrupto, una sociedad dolorosamente desigual, una ciudadanía hambrienta y una...