En el proceso de justicia transicional en Colombia se contempla la posibilidad de establecer que el perdón sirva para enfrentar males extraordinarios, que han sido considerados en otros lugares como imperdonables: —Auschwitz, el genocidio de Camboya, el genocidio de Srebrenica—. Este problema lo planteó Hannah Arendt, cuando dijo que las personas “son incapaces de perdonar aquello que ellas no pueden castigar y que son incapaces de castigar lo que se ha convertido en imperdonable”.
Las Farc son responsables de haber cometido graves crímenes como el asesinato, secuestro, violencia basada en el género, reclutamiento y utilización de niñas y niños en el conflicto armado, desaparición forzada. Les hemos visto desde el inicio de las negociaciones de paz hasta hoy una disposición política para dejar atrás la guerra e integrarse en la vida social, económica y política de nuestra sociedad, y dentro de esta disposición general está someterse a las obligaciones y responsabilidades establecidas en el Acuerdo Final (AF).
Los miembros de las Farc habían sido reacios frente a las grandes exigencias que plantean el perdón, la justicia y la verdad. Han pasado de mostrarse temerosos y precavidos frente a los procesos penales de la JEP, a manifestar en los últimos días una actitud de perdón y verdad. Lo primero lo hemos evidenciado en algunas posturas cínicas y brutales: desde mantenerse largo tiempo en la tesis de la retención, negando el secuestro, pasando por la superficial posición de varios comandantes que piden perdón como pedir un favor cualquiera, hasta las muy complicadas declaraciones de Rodrigo Londoño y Pastor Alape ante la JEP, quienes en sus versiones voluntarias afirmaron recientemente que el reclutamiento de menores no era una política dentro de la organización guerrillera.
Lo segundo, la disposición más abierta a pedir perdón, la vimos en la declaración hecha por las Farc recientemente, en la que sus líderes pidieron perdón a las víctimas de secuestro en el país, y dijeron que se arrepentían por el dolor que causaron. Debe uno preguntarse, ¿se está dando en las Farc un cambio en el juicio o un cambio de visión frente al perdón y la verdad?
Tenemos actitudes de resentimiento, indignación, furia, frente a insultos, traiciones e inequidades, que podemos perdonar; pero hay atrocidades que nos dejan sin habla. Entonces, si es verdad que solamente podemos perdonar los pequeños males, pero no las atrocidades, como lo planteó Arendt, ¿cómo puede servir el perdón para enfrentar el mal?
La idea del perdón restaurativo, que es un componente de la concepción de justicia transicional que el AF desarrolla, establece unas condiciones mínimas de justicia. Así, cuando el agresor ha aceptado reparar a las víctimas, participar en investigaciones para encontrar la verdad, expresar su arrepentimiento por sus malas acciones, se abre el camino para perdonar, el cual consiste en la aceptación de la responsabilidad por parte del ofensor y de todo lo que esto supone, incluyendo el castigo, las multas, o las reparaciones a quienes han sido heridos o maltratados (Walker, 2006).