En el año que terminó a la paz se la tragaron la política y los intereses que dominaron el plebiscito; porque quienes debían haber llenado el campo de lo ético dejaron el vacío que fue ocupado por la lucha por el poder.
La esperanza es un 2017 distinto. En el que lleguen por fin, para un acompañamiento espiritual, las mujeres y los hombres de los valores gratuitos de la paz y de la reconciliación, por encima de la política, del dinero y de las armas que no conocen de gratuidad.
Sin este acompañamiento eficaz desde los primeros meses, la situación será peor que la del año que termina. Porque la política y la justicia, en la autonomía que les es propia, no pueden descartar el discernimiento ético, cuando está en juego el sentido de una nación. Y...