Alemania y Estados Unidos decidieron enviar sus tanques a Ucrania y, con la decisión, Europa entró en una realidad política sin precedentes en medio siglo. Berlín es la fabricante de los tanques modernos (Leopard 2) que tanto ansía Kiev, pero, además, es la que autoriza sus exportaciones aún cuando los haya vendido a países cercanos, como Polonia. De esta forma la novedad da vía libre a una dotación amplia de estas máquinas que están dispersas por el viejo continente. Para Alemania es un paso clave en el conflicto actual e incluso en su forma de relacionarse con las guerras desde mediados del siglo XX.
Ahora Rusia calcula de qué forma amortiguar las pérdidas y los retrocesos que sufrirán sus tropas. Vladimir Putin había amenazado a Occidente al afirmar que, de entrar los tanques alemanes, la brecha política entre las partes se ampliaría de forma insalvable y su primera reacción fue una serie de bombardeos a la red eléctrica de varias ciudades ucranianas.
Los seguidores más radicales de Putin pidieron que se bombardee Berlín. Una exigencia tan demencial que se rechazó de plano, pero demuestra el delirio reinante entre los fanáticos que con frecuencia comparan el momento actual con el vivido en la Segunda Guerra Mundial entre la Unión Soviética y el Tercer Reich.
La historia del siglo XX es una sombra siempre presente. Aparece en todos los gobiernos del conflicto para atormentarlos. Se vivieron demasiados infiernos en la primera mitad de la centuria pasada, interpretados por los mismos protagonistas de hoy, como para no prestar atención a las duras enseñanzas que dejaron decenas de millones de muertos.
Pero el sendero está marcado. Desde hace semanas se escuchaba, como grito en el campo de guerra, que Alemania estaba en la obligación de enviar y permitir el envío de sus tanques. Finalmente, cuando Estados Unidos aseguró que también aportaría los suyos (Abrams), la potencia europea decidió que era momento de involucrarse a pesar de las reticencias que mantuvo por tanto tiempo.
Aún con el crudo invierno en la zona, que históricamente fue parte del poderío ruso, Ucrania conserva su defensa e incluso recuperó kilómetros antes cedidos. Se podría pensar entonces que la llegada de este armamento desequilibraría la balanza militar a favor de Kiev. La realidad, por el contrario, es menos lineal. Pasarán largas semanas, e incluso meses, antes de que los tanques finalmente arriben y puedan ser usados por unos soldados que, además, necesitarán un entrenamiento complejo para hacer efectiva la tecnología de punta que tendrán en sus manos. Los rusos dicen que el esfuerzo de Occidente es preocupante pero menos contundente de lo que se anuncia.
Lo trascendental de la decisión alemana es que, aún en el caso de que los tanques sean poco influyentes en la batalla, es innegable que el conflicto entró en una etapa distinta. Una que, más peligrosa, reconfigura poderes bélicos de Europa que habían estado dormidos por los traumas del pasado