A pesar de la extensión del Plan Nacional de Desarrollo, 166 páginas, más 321 que lo explican y 125 para definir las inversiones, presentado por el gobierno al Congreso de la República, que debe ser estudiado, discutido y aprobado durante las sesiones extraordinarias que se han iniciado, los congresistas tendrán que dedicarle todo el tiempo y cuidado a este proyecto que tiene todos los micos y deseos ocultos del mandatario del cambio. ¿Cuál cambio?
Empezando porque pide facultades extraordinarias para reorganizar la burocracia del Estado y para intervenir en asuntos, competencia de la justicia, en el caso de los indígenas que pagan penas de cárcel. Pretende que le den superpoderes, como cualquier dictador. Quiere tomarse las funciones de las otras ramas del poder público, como son la legislativa y la judicial.
Con esos poderes dictatoriales que pretende, quiere crear un mecanismo, no judicial, de contribución a la verdad y a la memoria histórica, para articular la información de los acuerdos de paz. Sería más importante que esos temas de memoria, como la toma del Palacio de Justicia, el robo de la espada de Bolívar, el asalto y secuestro a la embajada de la República Dominicana, el robo de armas en el Cantón Norte, el secuestro de Álvaro Gómez Hurtado y otros muchos hechos graves contra la estabilidad y libertades en Colombia, fueran estudiados por otros organismos neutrales.
En el borrador del Plan de Desarrollo había pedido diez facultades extraordinarias para él como mandatario, ahora son catorce las que pretende para aumentar sus aspiraciones dictatoriales. Pretende que se le den esas facultades para intervenir en asuntos que son de los organismos descentralizados y para modificar, a su gusto, el presupuesto aprobado por el legislativo.
Razón tiene el parlamentario del Valle del Cauca, Christian Garcés, al decir que esa determinación haría que “el Congreso sea accesorio, una decoración para acompañar al gobierno pasando por encima de su función constitucional...”.
Lo peor no es lo que he comentado, el mayor peligro es que toca a las fuerzas del orden, como para minimizarlas, y así, cumplir con su cometido dictatorial. Se agrava mucho más la situación con la presencia del peligroso ministro de Defensa, Iván Velásquez, a quien expulsaron de Guatemala y quien ya amenazó con presentar una actualización de la doctrina militar y policial que, al parecer, ya está dentro del plan presentado por su patrón, Petro. Como primer punto, pasar a la policía para depender del ministerio del interior, con esto, ya no habrá operaciones conjuntas con el ejército.
Con la pésima experiencia de su administración de Bogotá, con el fracaso en el tema de las basuras en la capital, ahora pretende nacionalizar el servicio de las basuras. ¿Será que nos va a mandar los oxidados carros que importó para la capital y que nunca funcionaron?
Cómo será la situación, que hasta nuestro funesto alcalde protestó, ahora con razón debo aplaudir, porque ni siquiera incluyó en el plan de desarrollo, los cinco metrocables para el distrito de Medellín. Definitivamente cada día que pasa vamos de mal en peor.