Por Santiago Arroyave Alzate
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Medellín se ha caracterizado por ser una ciudad rica en agua. Esta gran red hídrica confluye principalmente en el río Medellín, el cual tiene una extensión cercana a los 100 kilómetros, desde su nacimiento hasta donde cambia de nombre, recogiendo durante dicho trayecto aguas de cerca de 200 afluentes directos y a través de ellos, de cerca de 350 quebradas. Adicional al río, las quebradas Santa Elena y La Iguaná también han sido fundamentales para el ordenamiento territorial de la ciudad, siendo base de los principales asentamientos y donde se han dado los principales desarrollos urbanísticos de Medellín.
La administración de esta riqueza hídrica no ha sido la mejor, desafortunadamente: la mayoría se encuentra contaminada y su estado hoy en día es lamentable; el depósito de aguas residuales, desechos y residuos contaminantes han convertido a nuestros afluentes en cloacas y basureros informales. La mayoría de los retiros (esa franja de tierra que bordea los cauces) han sido utilizados como áreas de expansión urbana y se han destinado principalmente para vivienda de población vulnerable y actividades productivas.
Hoy, la quebrada La Iguaná y el río Medellín están canalizados y en el caso de la quebrada Santa Elena, cubierta en gran parte, sus cauces fueron modificados y sus retiros, que deberían estar destinados para la protección de la fauna y flora, no existen. Esta condición se repite en casi todas las quebradas y afluentes de la Ciudad, lo cual ha obligado a EPM a hacer uso de embalses foráneos (Riogrande, la Fe y Piedras Blancas), para abastecer a la ciudad de agua potable.
Desde Empresas Públicas se ha hecho un gran esfuerzo por transformar esta realidad y tratar las aguas contaminadas que se generan en el Valle de Aburrá. Las plantas de San Fernando y Aguas Claras tratan más del 84 % de las aguas residuales que se generan y evitan que lleguen al río más de 140 toneladas diarias de materia orgánica que deterioran aún más la calidad del agua. Sin embargo, si no hay un compromiso de toda la ciudadanía, recuperar el buen estado del agua será una labor titánica.
En este sentido, sólo cuando los ciudadanos y los sectores productivos aprendamos a racionalizar el consumo de agua, proteger las cuencas y microcuencas y no concebirlas como áreas de expansión o depósito de residuos contaminantes se lograrán mayores transformaciones. Para esto, las autoridades ambientales, la Alcaldía, EPM y las organizaciones ambientales de carácter privado, deberán involucrar a la ciudadanía, fomentar la pedagogía ambiental y el buen uso del recurso. No podemos olvidar que el agua es la base de la vida.