En estos días visitó Venezuela Gloria Álvarez, la politóloga guatemalteca que se volvió un fenómeno viral a través de su discurso en las redes. Álvarez, ha levantado la voz en contra de los discursos que durante décadas han propagado la idea de que los gobiernos están para regalar cosas a la gente, que como ciudadanos lo único que se tiene que dar a cambio de un regalo es un voto. Ella lo llama el estado Santa Claus, y lo que expone es que se ha propagado el victimismo, esa forma de pensar de que como ciudadanos la culpa la tiene otro que nos hace daño y que por eso no prosperamos, como individuos, como países, como continente.
Entre las criticas que se le han hecho a Álvarez está la de que su discurso tiene un problema de fondo, ya que compara dos conceptos que en esencia son distintos: democracia y populismo. También se ha dicho que lo que dice Gloria no es nada nuevo, y que hay gente que tiene años exponiendo sobre el tema. En cuanto al primer punto es interesante que el planteamiento de Álvarez abra una discusión y una reflexión sobre qué es democracia, y qué es populismo. Ahora, ¿por qué ella se hace viral y otros no?
Sin embargo, hay una crítica que ha ido más allá de su discurso. Mucha gente, entre ellas mujeres, han criticado la apariencia física de Gloria, incluso han llegado a desestimar su mensaje por cómo luce. Es decir, lo que molesta de Gloria no son sus ideas, sino que usa demasiado rímel o un escote, que no se compara con el de las vallas publicitarias en la que una mujer semidesnuda nos habla de deporte, nos vende una cerveza o trata de convencernos de que pastillas para la dieta son el camino de la felicidad. Lo malo de Gloria -según ellos- , es su belleza, incluso su naturalidad.
El machismo está más vivo que nunca en nuestro continente, y no se trata de ese machismo que niega la capacidad de la mujer. Ya no se trata de probar que podemos usar pantalones y que nos quedan bien, sino que pareciera algo mucho más peligroso, es que una mujer no puede ser inteligente y bonita a la vez, sino que para ser tomada en serio se tiene que plegar a un estereotipo: la bella es bruta, la inteligente es desarreglada. Mientras nuestros países se desmoronan, seguimos hablando sobre rímel y apariencias, sin discutir las posibles soluciones.
No pretendo defender a Gloria, creo que ella puede hacerlo sola. Más bien pretendo defenderme a mí misma, no solo como mujer, sino como ciudadana. Al final, Gloria prueba su punto, porque no solo estamos acostumbrados al discurso de “lo que me gusta oír”, sino que seguimos esperando enamorarnos de quién lo dice, sin digerir, sin pensar, mucho menos respetar una posición.
No existe mayor prueba de una grave deficiencia de planteamiento crítico que la forma en que se banalizan discursos tan importantes para terminar plantados en uno sobre el escote de quien lo plantea. Mientras, el debate político queda estéril en un continente que desesperadamente busca refundarse, pero que aún carece de norte ideológico. Lo que es más, sin darnos cuenta la lapidamos como si se hubiese presentado a una pasarela y sigue la mujer sin cosechar, o tal vez perdiendo un terreno que tanto le ha costado arar. El de demostrar que la igualdad de género no tiene que ver con negar diferencias que son obvias, sino más bien con ejercer al lado de sus compañeros hombres puestos de trabajo en los qué desplegar todo su potencial como individuo.
El verdadero desarrollo antes que económico es de pensamiento. Para borrar las viejas prácticas de estos gobiernos lo primero es asumir que tenemos que buscar la forma de abrirnos a lo que plantea la política, que los políticos no son estrellas, y que no es tanto cómo lucen, sino qué plantean. Es el momento de buscar construir nuestras opiniones de forma abierta y en positivo, menos pensando en qué criticar y más en qué se puede hacer.