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Julián Posada
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Julián Posada

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Habitar

Por Julián Posada - primiziasuper@hotmail.com

Habitamos el desencuentro. Cuánto cuesta adelgazar las palabras, convertirlas en gesto amoroso, en pregunta o herramienta pedagógica que incite a la reflexión, el pensamiento o el diálogo. Cuánto cuesta encontrarnos frente a frente, mirarnos a los ojos y que el otro diga su verdad honesta. Cuánto cuesta reconocer que respetar es amar y que cuando digo lo que pienso y en lo que creo, estoy cuidando mi dignidad y la del otro y en esa medida está claro que cuando cuido, amo.

Habitamos el desencuentro. No es la polarización. Es la ausencia de lugares para el diálogo, es la carencia de espacios para el afecto y la catarsis, es la ausencia de territorios sin límites ni fronteras. Es el temor a la luz. Hablamos de libertad, pero nos cuesta admitirla y tolerarla; hablamos de sueños colectivos, pero se nos dificulta tejerlos. Necesitamos construir territorios de encuentro para transformar esta realidad de mudez y desamparo que produce tanta tristeza, aunque esta sea un sentimiento que manifiesta nuestros deseos de cambio. Llorar lava, pero no siempre transforma.

Habitamos el desencuentro. La tiranía de la pantalla, del rumor, del bulo, de la falsa realidad, es el lugar de la ausencia. El celular es el espacio de la soledad, del individuo ausente: ya no hablamos, nos bastan los mensaje de texto o de voz, evitamos interactuar con el otro, eludimos su mirada, y al texto recibido ponemos nuestro acento, así falseamos al otro. Preferimos el botón del icono “me gusta” porque facilita y acelera la comunicación, el botón de “me disgusta” aún no existe.

Esos son los espacios donde se escenifica la crisis del presente; sin embargo, ellos también representan una oportunidad, ya lo dijo la escritora rusa Liudmila Ulitskaya: “una crisis es un regalo del destino. Solo a través de la crisis las personas crecen, alcanzan un nuevo nivel, como cuando uno se deshace de la ropa que se le ha quedado pequeña”.

Habitamos el desencuentro porque en el encuentro suele haber compromiso, duda, debate y confrontación y esta duele, lastima; ahí donde hay fricción, aparecen las heridas que tarde o temprano tendremos que sanar. Hoy experimentamos cierta sensación de miedo frente a la fragilidad, nos da temor la vulnerabilidad, comprometernos o construir lazos vinculantes.

Precisamente, hoy quienes más evitan el compromiso son los políticos. Dice el filósofo coreano Byung-Chul Han que “la acción política requiere visión y compromiso. Pero la política fluida de hoy no hace eso [...] son solo los simpáticos secuaces del sistema [...]. Los políticos también evitan cualquier tipo de compromiso. Lo que está evolucionando es la política de simpatía [...] ellos obviamente no tienen convicciones, no tienen visión. Mantienen un ojo en la opinión pública y, si cambia, también cambian de opinión.”

Deberíamos habitar lugares de conocimiento y verdad, de comunión y encuentro con el otro, porque en él reside la raíz de nuestras esperanzas 

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