En 2016, cuando ganó el voto inglés para salir de la Unión Europea (UE), hubo una explosión de indignación de pretenciosos politólogos, europeístas de varios continentes y medios de comunicación a quienes les parecía inconcebible que alguien abandonase el más avanzado proceso de integración de la historia reciente. Dijeron que los brexiters debieron haber estado alucinados o desinformados o con mentiras para renunciar al proyecto europeo. Incluso pidieron que se repitiera el referendo porque si la gente estuviese informada de los colosales costos del retiro, el resultado sería opuesto. Pero en 2019, los brexiters, más informados y en contra de la “sabiduría” de los politólogos, confirmaron su victoria de 2016.
El comportamiento humano es más complejo de lo que los presuntuosos académicos creen que es. Inglaterra ha sido, es y será geográficamente una isla, y se comportan como tal. Por su cercanía al continente europeo, nunca han negado “ser europeos”, ¡pero no tanto! Son ingleses antes que europeos.
Solo el tiempo establecerá el precio, para todas las partes, de la salida inglesa de la UE. Sin duda que los costos para Inglaterra son enormes y para el proyecto europeo tal vez mayores, porque no hablo solamente de dinero. Es que no es Luxemburgo quien se retira. La UE intentará aumentar el costo inglés para no dejar un precedente a otros que estén pensando en ser los “nexiters”, pero eso puede ser un tiro en el pie.
Se habla mucho del costo inglés, que seguramente será grande, pero es que el brexit se parece a un divorcio, en que el abandonado se siente humillado y hará todo lo posible por hacerle la vida infeliz al traidor. Pero Inglaterra no queda muerta. La pregunta que debe plantearse es: ¿Y ahora que Inglaterra está libre del exceso regulatorio de su anterior matrimonio, qué cosas nuevas y buenas podrá hacer que antes no?
La historia no predice lo que pasará, sino que plantea cosas que podrían pasar. Esa isla no es la primera vez que emprende desafíos descomunales. Aunque los Lolardos desde antes habían sembrado la semilla de la separación de Inglaterra de la Iglesia de Roma, solo en 1534 el goloso Enrique VIII lo materializó para poder estrenar esposa. Escaparse del control papal después de casi mil años de sometimiento es una herejía tal vez más grande que salirse de la UE en el XXI. Y la isla no murió. Abandonar la iglesia católica significó problemas internos serios, hasta guerras civiles. Salirse de la UE también tiene el riesgo de problemas internos, incluso la emancipación de regiones como Escocia, Irlanda del Norte y hasta Gales, pues si Inglaterra se puede ir de Europa ¿ellos por qué no pueden irse del Reino Unido?
Ojalá los políticos ingleses sean buenos y eficientes para encontrar rápidamente buenas y nuevas opciones, así como aminorar los efectos adversos que tendrán los damnificados del retiro, porque no es lo mismo ser isla que aislado.