En la gran mayoría de las familias hay hijos que son, por naturaleza, amorosos y colaboradores, mientras que otros suelen ser difíciles, indisciplinados y desafiantes. No obstante, el que ellos finalmente se conviertan en personas correctas y responsables, no es solo el resultado de haber tenido “suerte” sino, ante todo, de la dedicación de unos padres que se consagraron a formarlos en forma apropiada y consistente.
No hay duda que algunos hijos son, por lo general, tranquilos y colaboradores mientras que otros son el polo opuesto, a pesar de que se criaron en la misma familia y con los mismos padres. Sin embargo, aquellos que con frecuencia se comportan mal y viven desafiando nuestra autoridad, son por lo general producto de la falta de límites...