En marzo de este año, escribí sobre el negro futuro de Venezuela, incluso si la dictadura Castro-Madurista abandonase el poder, pues la financiación de la reconstrucción de ese país dependía de: “Las enormes reservas de petróleo, que les permiten a los optimistas suponer que el futuro venezolano está asegurado, serían cada vez menos su salvación. La evolución de las formas de producción de hidrocarburos, así como el tipo de fuentes energéticas que se van a demandar, harían que sus reservas de petróleo superpesado y de baja calidad, con el correr del tiempo valgan cada día menos y tal vez ni siquiera lleguen a ser todas atractivas”. Un mes después dije que la posible irrelevancia futura de los países petroleros debe considerarse, porque los cambios tecnológicos en camino, tanto en la producción como en el consumo de hidrocarburos, hacen prever que es poco probable un déficit de oferta y por lo mismo una “permanencia” de precios altos, así fenómenos coyunturales puedan elevarlos temporalmente. Y por eso: “los “fundambientalistas” y “chavistas promotores de las propiedades mágicas del aguacate” que se oponen al fracking en Colombia, que puede y debe hacerse “bien hecho”, nos llevarían a que en unos años tengamos que comernos el petróleo en vez de venderlo. Hay que sacar los hidrocarburos que tenemos, antes de que sea económicamente inviable o nadie los quiera”.
Si hay una profesión de alto riesgo en este planeta es hacer pronósticos energéticos, porque como le decían a uno en la casa: “la lengua castiga”. Pero sin dejar de considerar los riesgos que implican para la oferta de hidrocarburos: la inestabilidad estructural del Medio Oriente, que el tránsito hacia automóviles eléctricos no sea tan rápido como Elon Musk desearía, y que la demanda de petróleo no necesariamente se reduzca tan pronto como algunos esperan; a pesar de todo esto, hay más señales para pensar que el desvelo de los productores de petróleo no sería falta de petróleo y por ello los petróleos de regular o baja calidad, como el nuestro o venezolano, tienen cada día más riesgos de no ser sexys para alguien.
Los nuevos yacimientos en Guyana y Noruega, las próximas generaciones de fracking, la reciente prueba de la “rápida” capacidad de restablecimiento de la producción petrolera de Arabia Saudita luego del ataque iraní a su refinería de Abqaiq con 600 drones y misiles, que se suponía podría ser el inicio del apocalipsis energético mundial, la tortuosa venta de acciones de Aramco, la empresa de petróleo de Arabia Saudita, y la fallida subasta de bloques de exploración en la costa brasilera y en México; todo eso hace pensar que de no sacar pronto nuestro petróleo, no muy bueno por cierto, se quedará enterrado para siempre, así como la posibilidad de aprovechar esos ingresos petroleros, de los que nos hemos vuelto altamente dependientes en términos presupuestales, para financiar el paso a otros energéticos y reducir el atraso de un siglo en infraestructura.