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Cuando yo estaba chiquita quería ser como la Mujer Maravilla, para saltar grandes alturas y montarme en un avión invisible. Estaba en “iguales condiciones” a las de la inmensa mayoría de los niños y las niñas sueñan con igualar los poderes de superhéroes y superheroínas favoritas. A mis 13 años, por una condición médica fui perdiendo fuerza muscular, me llevó a necesitar otras superheroínas que fueran más parecidas a mí.
Mi referente más cercano para sacar lo mejor de mí misma y hacer de mi discapacidad la mejor lección aprendida, estaba cerca de un siglo de distancia y unos cuantos países lejanos de Colombia. Les hablo de Frida Kahlo. Ahora, que todo el mundo habla de derechos, yo creo que debería de haber un derecho humano a tener referentes cercanos, que nos impulsen desde la infancia a transformarse en una persona adulta digna de admirar. El pasado 3 de diciembre fue el Día Internacional de las Personas con Discapacidad: Pero, ¿Qué pasa cuando esa figura no se acerca ni remotamente a la realidad?
En Colombia, según el censo del DANE,, somos tres millones de personas en condición de discapacidad. De las cuales, más de la mitad de los colombianos con alguna discapacidad son mujeres (54,1 %). Obviamente, nosotras las mujeres y las niñas en la misma condición, también tenemos derecho a tener referentes positivos de mujeres que les muestren las capacidades y no la discapacidad.
¡Necesitamos escribir y contar historias exitosas cuyas protagonistas sean mujeres sin condición de discapacidad!. Según el censo nacional, solo 29,1 % (3 de cada 10) personas en condición de discapacidad ha recibido alguna vez un ingreso por su trabajo. Ese número es todavía más dramático cuando estamos hablando de mujeres.
Desde mi experiencia personal, tener referentes positivos cercanos a nosotras, es uno de los elementos que hace la gran diferencia, entre quedarse solo viviendo de los subsidios o esforzarse para llegar lejos, porque se tiene el convencimiento que ya otras personas han llegado primero.
