La navidad es un tiempo de recogimiento, de recordar lo vivido y agradecer lo aprendido. Es un tiempo de balances y propósitos. El 2021 fue un año marcado por la pandemia y la protesta social. El Paro Nacional marcó un hito sin precedentes para nuestro país. La indignación y la inconformidad social dejaron cifras alarmantes de heridos, y vulneraciones a derechos en ciudadanos y miembros de la fuerza pública. La protesta también nos mostró una democracia activa, unos ciudadanos interesados por el devenir del país y un sinnúmero de organizaciones sociales vigilantes y veedoras del funcionamiento del Estado. Esta es, sin duda, una victoria de nuestra democracia.
En este espacio quisiera invitarlos a pensar más allá de su propia existencia y que asuman el rol de una mujer policía. Les quiero contar la historia de Alejandra López, agente del Esmad.* Alejandra es casada, mamá de dos hijos de tres y cinco años. Su esposo también es policía. Era 28 de abril de 2021 y un gran número de colombianos se disponía a salir a protestar. Alejandra fue trasladada a otra ciudad para acompañar la manifestación social. Estaría alejada de su familia por mucho tiempo. Ese día, a las 5 de la mañana, Alejandra estaba lista y formada junto a sus 59 compañeros de sección. Alejandra era una de cuatro mujeres en su grupo.
Pasaron los días y las protestas se tornaron cada vez más violentas. Fueron muchos días sin descanso para Alejandra, sin ver a sus hijos. Tuvo que dejar a los niños con su madre, que es mayor, porque su esposo también tenía que trabajar. La abuela no podía llevarlos al colegio, porque no tiene los medios para hacerlo. Quedaron desescolarizados por varios meses.
Durante estos meses Alejandra durmió entre tres y cuatro horas al día, sin descanso, salvo una semana que volvió a casa porque recibió un fuerte golpe en la cabeza que implicó una incapacidad médica. Por esos días estuvo con su madre y sus hijos. Confundidos, le preguntaban por qué sus padres no estaban en casa. Más confundidos quedaron cuando algunos vecinos insultaron a su madre al pasar: “asesina”, le gritaban.
Las noches de Alejandra estaban cargadas de preguntas, reproches y culpas. Ese proyecto de maternidad que había soñado parecía incompatible con su vida. En su mente había idealizado a su familia, esa que se ve en las películas, pero su realidad estaba alejada de lo que imaginó. De pequeña se sintió la mujer maravilla, esa que ayuda a todos los que se acercan, y por eso se hizo policía. Esa imagen de súper heroína iba perdiendo nitidez en sus sueños.
La salud mental de Alejandra se deterioró durante estos meses: No dormía, no tenía a sus hijos cerca, tenía sentimiento de culpa por haberlos abandonado, empezaba el día recibiendo insultos y lo terminaba de igual forma. La estresaba la protesta y la violencia que veía y vivía. Se angustió, lloró, se deprimió.
Alejandra se unió a la policía porque tenía una profunda vocación de servicio público. No entendía bien el sacrificio personal y familiar que esto implicaba. No era consciente de que, a pesar de sus esfuerzos por hacer bien su trabajo, muchos ciudadanos no reconocerían su labor. La Policía y los policías cometen errores, a veces mortales y difíciles de perdonar. Pero miles hacen un sacrificio enorme.
A Alejandra quisiera decirle que muchas mujeres enfrentamos los mismos temores y culpas, y nos hacemos las mismas preguntas. Muchas pasamos por esos momentos de oscuridad donde parece que la maternidad no es compatible con la vida profesional. Alejandra, solo gratitud contigo, por lo que haces como policía y por lo que le aportas a la sociedad en tu vida como mamá y esposa.
Este espacio es para ellas, para las cientos de mujeres policías que en esta navidad no estuvieron con sus familias y que el año nuevo lo pasarán prestando un servicio a los ciudadanos. Un servicio a veces invisible que muchos no agradecerán
* Directora de Estrategia de la Universidad Eafit.
** Nombre cambiado para evitar la identificación.