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La guerra del tomate

Durante décadas, China ha aprovechado su total ausencia de respeto a sus trabajadores para producir más barato.

hace 3 horas
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  • La guerra del tomate

Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es

China no siempre gana. Porque cuando uno se compra un traje italiano, unos zapatos españoles o una corbata inglesa espera que todo ello esté trabajado por artesanos locales y no que simplemente lleve una etiqueta con una marca de esos países. Por eso, no puede sorprendernos que China se haya “comido” toneladas y toneladas de pasta de tomate destinada a los mercados europeos, especialmente a Italia.

Las ventas chinas de este producto, que hasta ahora funcionaba de maravilla por la pereza que nos da revisar la diminuta letra de los tarros en la que a duras penas se puede leer la procedencia de la materia prima, se han desplomado dramáticamente este año por la indignación que ha causado el presunto uso de trabajo forzado en Xinjiang, donde se estaría explotando a la minoría uigur, mayoritariamente musulmana, según varias denuncias, entre ellas la de un documental de BBC.

La asociación agraria italiana Coldiretti ha liderado una campaña para defender los tomates autóctonos, una de las señas de identidad de Italia -aunque en realidad el tomate lo trajeron los españoles de las Indias- y proteger la producción local de la saturación del mercado con pasta de tomate china, que cuesta menos de la mitad que la elaborada con las cosechas de sus agricultores italianos y que algunas marcas estaban mezclando en porcentajes sobre los que no se informaba al consumidor pese a llevar el sello de “producto de Italia”.

Según “Tomato News”, no es broma, China tiene una reserva de entre 600.000 y 700.000 toneladas de pasta de tomate, lo que equivale aproximadamente a seis meses de sus exportaciones. La misma fuente, recogida por “Financial Times”, asegura que las exportaciones totales de pasta de tomate de China cayeron en volumen un 9% interanual en el tercer trimestre de 2025, aunque las ventas a los países occidentales de la Unión Europea disminuyeron un 67% y las compras de Italia un 76%.

El tomate no es un producto muy apreciado por los chinos. Tanto es así, que se le conocía tradicionalmente como «berenjena extranjera» o «caqui rojo occidental», lo que ofrece una idea de que su producción masiva está llamada a copar los mercados extranjeros.

Gracias a los incentivos gubernamentales, la industria de procesamiento de tomate en China se ha disparado de las 50.000 toneladas de 1995 a más de 10 millones de toneladas en 2024, convirtiéndose en el segundo mayor productor después de California y en el mayor exportador de pasta de tomate del mundo. Ante el desplome de la demanda europea, el gigante asiático ha reducido a más de la mitad el volumen de tomates procesados, que se estima en 3,7 millones de toneladas este año.

Sirva este ejemplo para demostrar que China llega donde llega porque se lo permitimos. De hecho, muchos empresarios sin escrúpulos se llenan los bolsillos con técnicas similares a las que utilizaban algunas marcas italianas de tomate frito. No se trata de limitar la competencia, que siempre es sana y mejora los productos y abarata los precios, sino de no hacer pasar como propio lo ajeno, y mucho menos de mirar para otro lado sobre el origen de lo que compramos por el mero hecho de que nos salga más barato. Durante décadas, China ha aprovechado su total ausencia de respeto a sus trabajadores para producir más barato. Hoy, sigue en ello. Piénsenlo cuando duden en comprar cualquiera de sus productos. No vaya a ser que llegue un día en que nuestros hijos y nietos trabajen para una dictadura. Sin derechos ni sindicatos.

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