Al comentar la muerte del sacerdote católico y teólogo alemán Hans Küng, ocurrida el pasado 5 de abril, señalé en una columna, en este mismo diario, que el reconocido teólogo, “si no logró reconciliar a la Iglesia con la Modernidad, sí consiguió iluminar su misión en el mundo de la Posmodernidad”. Quiero volver sobre este punto.
En el libo “Modernidad, Postmodernidad, Transmodernidad y Evangelización” (2019), que recomiendo, el sacerdote envigadeño Alberto Restrepo González afirma: “En el Vaticano II, la Iglesia de la Posmodernidad, consciente de su misión de ser ‘luz del mundo’ y no cofradía de pietistas impecables, entregados al ritualismo, a la guarda de la pureza y el integrismo doctrinal, se puso a la tarea de reconciliarse con el mundo contemporáneo”.
Como bien se sabe, Hans Küng, junto con Joseph Ratzinger (el futuro Papa Benedicto XVI), Karl Rahner y otros renombrados pensadores católicos, fue uno de los teólogos que animaron e impulsaron las ideas y planteamientos de una nueva teología que inspiró la modernización y actualización (“aggiornamento”) con que el Papa san Juan XXIII intentó aguijonear a la Iglesia en la última mitad del siglo XX.
No sé si todavía se estudian los documentos del Vaticano II en los ámbitos clericales y eclesiásticos. Pareciera que no, a pesar de lo profundos, inquietadores y enriquecedores que fueron y siguen siendo. Señala Alberto Restrepo: “Desdichadamente, la reconciliación de la Iglesia con el Mundo de hoy, enunciada en la Constitución Gaudium et Spes, resultó tardía y anacrónica, pues se trata de una reconciliación con la Modernidad que agoniza, no con la Postmodernidad que deconstruye, ni con la Transmodernidad que renueva”.
Y añade: “Ese es el drama eclesial que hoy vivimos y tenemos que afrontar. La Iglesia se reconcilió con la Modernidad, pero no se ha reconciliado con la Posmodernidad y la Transmodernidad: no entiende sus problemas, no habla su lenguaje, no logra darle luces para llenar la nostalgia de Dios que acompaña a quienes lo buscan confusamente en esoterismos, orientalismos, satanismos, fundamentalismos, sectarismos, apocalipticismos y apariciones”. O dando la espalda a la fe, añadiría yo