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Ramiro Velásquez Gómez
Columnista

Ramiro Velásquez Gómez

Publicado

Ignorados

¿Qué pasa en Colombia? Pues que la bomba de tiempo creada por el desdén con el que se miró a millones durante décadas hizo ignición. Todo mientras se generaba riqueza para un sector, cercano al empresariado principalmente.

Al resto se le otorgaban pequeñas concesiones. Cuando hubo inconformidad en la periferia, delegados iban y pactaban mejoras minúsculas, una vía, una escuela, un puesto de salud, una cosecha, nunca se trató de remediar sus necesidades. Paños de agua tibia.

Gobiernos y empresarios desde el centro siguieron decidiendo por los demás. Qué obras necesitaban, cuáles no. Y se escogían con frecuencia las que les daban amplias ganancias.

Buenaventura es ejemplo contundente. El puerto es una necesidad vital, pero salvo empleos a una pequeña porción de sus pobladores no trajo progreso. La pobreza campea. El dinero llega en mercancías, pero vuela a otros destinos. Esperanzas frustradas que terminaron en hondos problemas sociales.

Acá toda obra ha sido vendida como progreso, que casi siempre beneficia a pocos (salvo algunas, como las carreteras, mas incluso en su trazado se lucran intereses poderosos).

Y el grueso de la población, ignorado. Cuando aparecieron protestas, la fórmula funcionó: delegados, acuerdos con mayores o menores ‘concesiones’ según los involucrados y luego incumplimiento. Les sucedió a indígenas, a educadores, a agricultores, a Chocó y para Buenaventura los programas de recuperación se diluyeron pronto.

Les pasó a Mocoa tras la avalancha y a Providencia tras el huracán. Palabras, palabras, jugando con quienes todo lo perdieron.

Igual en las ciudades. Las comodidades estuvieron siempre del lado de los de mayor nivel económico: avenidas, parques, iluminación, comercio, seguridad y se fueron creando muros imaginarios pero reales. En Medellín, por ejemplo, grandes sectores de la población se hacinaban hacia el norte en condiciones precarias; otros, incluidos numerosos migrantes, fueron subiendo por las peligrosas laderas. A nadie le importó.

El desarrollo continuó en los barrios de mayor nivel. A veces se ha intentado saldar deudas, pero prima la megainfraestructura. Se segundan las necesidades de recomposición social y de oportunidades. Miles, incluidos jóvenes, no tuvieron más camino que la delincuencia. O una vida repleta de carencias y frustraciones. Una bomba de tiempo que jamás se desactivó.

En ciudades y campos cada obra o concesión se advertía como dádiva no como derecho. (El gobernante mide su éxito en puentes, vías y transporte, nunca en cómo ayudó a miles a salir de la pobreza mejorándoles su entorno y el nivel de vida).

Hay quienes se preguntan ¿qué pasa en Colombia?

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