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Los futuros que se pueden imaginar cuando se piensa en la posibilidad de integrar esfuerzos con la tecnología resultan divertidos y apasionantes.
Por Alejandro Noguera C. - alejandronoguerac@gmail.com
Buena parte del oficio de los educadores consiste, o debería consistir, en imaginar futuros. Pensar en el mundo como nos imaginamos que podría ser, como “debería” ser, y enfocar esfuerzos en acercar el mundo real a ese constructo imaginado. El ejercicio de imaginar futuros es desafiante, sobre todo por la cantidad de barreras que aparecen cuando las ideas empiezan a volar y entran a jugar las espirales descendientes a las que he hecho alusión en columnas anteriores: “eso no se puede...”, “eso es muy costoso...”, “eso no va a funcionar...”.
Cuesta más trabajo aún imaginar futuros cuando los presentes tienen componentes tan desafiantes como el entorno polarizado en el que vivimos, el mal uso de las herramientas a nuestro alcance, y sobre todo, cuando la desinformación se traduce en una dificultad para mapear, mitigar y administrar riesgos: se dice hoy, por ejemplo, que los desarrolladores de Chat GPT trabajan ya en la versión 14.0, pero lo que está a nuestro alcance es solo la 4.0, y ya nos resulta desbordante. No estamos listos todavía, supongo que creerán, para ver de todo lo que es capaz la tecnología.
Dentro de todos esos futuros imaginables, y aún con el escepticismo que aún siento por un mundo dominado por la tecnología, esta semana participé en un ejercicio en el que me acerqué a un concepto que antes no había escuchado, y alrededor del cual me surgieron muchos futuros imaginables: el de “tecnología híbrida”: Trabajar en equipo con las tecnologías emergentes para conseguir más, y por qué no, para ser más.
Utilizar tecnologías para complementar las labores de los seres humanos parece una obviedad. Lo que me sorprendió positivamente fueron los alcances que ya existen hoy sobre esa materia. En Japón, por ejemplo, ante el envejecimiento de la población y el cambio demográfico, las personas mayores que ejercen actividades que requieren de su fortaleza física (obreros), y que aún no cuentan con una generación que les suceda, están usando prototipos que suplen la disminución de su masa muscular, y que permiten seguir aprovechando su pericia intelectual. En múltiples organizaciones se han entrenado ya inteligencias artificiales específicas, que entienden perfectamente las necesidades de un negocio, a las que se les hace incluso un proceso de on boarding para que las respuestas que produzcan sean congruentes con los procedimientos y principios de ese entorno, y de esa manera contar con el respaldo de la tecnología en el propósito de hacer la vida de la gente más productiva, y al mismo tiempo un poco más sencilla.
Siendo cierto que todos los avances tecnológicos resultan en ocasiones desbordantes y abrumadores, y que mucho de lo que era el mundo pasado produce una añoranza natural hoy en día, los futuros que se pueden imaginar cuando se piensa en la posibilidad de integrar esfuerzos con la tecnología resultan divertidos y apasionantes. Quizás el principal reto consistirá en no asumir que la tarea que tenemos es aprender a utilizarlas, sino más bien, a entrenarlas para que efectivamente trabajen a nuestro servicio.