En medio de la rabia y la desazón que produce la congestión por culpa de los Parques del Río, me quedan en claro dos realidades.
Independiente de su utilidad, que ya he expuesto no es prioridad para mí y sí un espaldarazo al automóvil y la contaminación en momentos en que buena parte del mundo trata de desestimular su uso y de que alterará la vida del Valle de Aburrá por años, pues 7 carriles a lado y lado a lo largo de 19 kilómetros no se construyen en dos, tres ni cuatro años; y sin profundizar en que podría ser segregadora si se cobra peaje, el primer tema que llama la atención es cómo el capricho del gobernante conduce a la falta de planeación de una administración que dice encabezar la ciudad más innovadora del planeta.
Recordemos que lo primero que se planeó fue no hacer los alumbrados del río el año pasado, perjudicando a cientos de miles de ciudadanos. Tuvo que recular.
En los planes iniciales no estaba cerrar la autopista sur por completo ni implantar el pico y placa, como tampoco puentes militares ni un contraflujo de la Regional y ni suspender Línea C del Metro.
Menos se hablaba de nombrar 58 guardas de tránsito para atender el posible caos ni de prohibir el paso de los camiones en las horas pico.
Se ha ido dando a los empellones, según la urgencia del día. ¡Es que impedir el paso de 120.000 autos, que según cifras de la Alcaldía, circulan cada día por la autopista sur, es cosa seria!
Quedó en evidencia además la falta de cultura ciudadana, solidaridad y sentido común que tenemos.
Miles de autos con un solo conductor. Persistencia en usarlos cuando hay alternativas como el transporte masivo (aún no recomiendo la bicicleta porque no tenemos bicirrutas sino unas pocas ciclorrutas inseguras) o caminar.
Auto en la mañana, al mediodía y en la tarde. Que cambien los demás, normal en una sociedad antioqueña basada en el egoísmo. Se necesita la ciclorruta, pero lejos de mi avenida; que peatonalizar es importante, pero si es la calle de más allá... y así.
Si no hay sentido de país, tampoco se va a tener de ciudad. Y el orgullo es decir que somos antioqueños, pero no qué clase de antioqueños.
Así al gobernante le importa más afectar a todos con su improvisación para en 7 meses poder inaugurar un tramo antes de dejar el cargo y salir como el gran redentor.
Dos situaciones que han agravado los traumas de una obra aún muy discutida.