Isabel Catez (1880-1906), religiosa carmelita francesa, llamada Sor Isabel de la Trinidad, es un tesoro que ella misma tuvo la sabiduría de descubrir y cultivar con solicitud, como consta en sus tratados y cartas, de sublime aliento espiritual.
Ese tesoro es la vida de todo ser humano, que necesita ser buscado, encontrado y cultivado. Busca, encuentro y cultivo que cada uno debe hacer consigo mismo, con una exclusividad de autocultivo del todo natural. Lo que no haga cada uno por sí mismo y para sí mismo, se queda sin hacer.
El día de su primera comunión, a los once años, Isabel descubre que está llamada a volar por el espacio infinito, donde adquiere su verdadera dimensión, la de ser morada del Dios uno y trino por toda la eternidad, vivida ya...