Por Nasser Nawaja
En 1948, mientras que las fuerzas israelíes se aproximaban sobre su pueblo de Qaryatayn, mi abuelo llevó a mi padre en sus brazos a Susya, a unas cinco millas al norte, en el área de los montes sureños de Hebrón.
“Regresaremos a casa pronto,” dijo mi abuelo a mi padre.
No lo hicieron. Qaryatayn fue destrozado junto con unos 400 pueblos palestinos que fueron arrasados entre 1948 y mediados de los años 50. Mi familia reconstruyó su vida en Susya, cruzando la línea de armisticio de 1949 en Cisjordania.
En 1986, mi familia fue expulsada de nuestro hogar una vez más, no por la guerra, sino porque las autoridades invasoras israelíes decidieron crear un sitio turístico y arqueológico alrededor de los restos de una sinagoga antigua...