La filosofía política celebra este año el aniversario del nacimiento de John Rawls. El 21 de febrero habría cumplido 100 años. Al mismo tiempo, se cumple el 50º aniversario de la publicación de su principal obra “Una teoría de la justicia”.
Rawls consagró su vida a la idea de justicia. Mientras que sus colegas norteamericanos Robert Nozick y Allan Buchanan se definieron como críticos vehementes del estado social y plantearon un liberalismo individualista radical, Rawls propuso un alegato filosófico a favor de una política social y económica, comprometida con la idea de justicia social.
La concepción política de Rawls comprende una teoría distributiva de la justicia con la que se busca asegurar iguales oportunidades para cada individuo a fin de que pueda desarrollar libremente su vida. El argumento de Rawls hace uso de la idea de un pacto social hipotético en el cual debemos imaginarnos estar en una situación contractual, que denomina la posición original, en la que se define la actuación de sus participantes mediante un método denominado “el velo de ignorancia”.
Esto podría interpretarse, sugiere Ronald Dworkin, como una situación constitucional en la cual hombres y mujeres que no pertenecen a ninguna sociedad particular se van a poner de acuerdo en cómo hacer una constitución. Las personas no conocen sus talentos, ni sus carencias, ni su lugar en la sociedad, ni siquiera conocen el tipo de sociedad ni la época en la que vivirán. Aunque saben que tienen una concepción de vida buena, no conocen su contenido específico ni sus valores o creencias religiosos particulares. Estas personas sin memoria, en el proceso de crear una constitución, escogerían unos principios de justicia. Este es, pues, el método propuesto para escoger los dos principios de justicia.
En el primero están incluidas las libertades propias de la tradición liberal: la libertad de conciencia, de pensamiento y expresión, la libertad política, la libertad respecto al arresto y detención arbitrarios y el derecho a la propiedad personal.
En segundo lugar introduce el principio de la diferencia, el cual supone que la distribución equitativa de las libertades básicas, así como de los “puestos”, “cargos” y “riquezas”, sólo podría aceptarse en la medida en que contribuyan a aumentar el bienestar de los menos favorecidos.
Para Rawls, no debe tolerarse ninguna diferencia en la riqueza y en la distribución de los bienes sociales a menos que estas diferencias sean organizadas de tal manera que resulten beneficiosas para los más pobres. El deber de asistir a los pobres no es un asunto de caridad, es un deber de justicia cuyos beneficios podría exigir el pobre como derecho.
Para nosotros, la actualidad de su pensamiento está en su defensa del estado social. El sistema fiscal de Colombia está en la cola de la OCDE por su incapacidad para cerrar la grieta de la desigualdad. Los ingresos del fisco dependen demasiado de impuestos como el IVA y las personas más ricas no pagan impuestos sobre la riqueza ni sobre las herencias. Esta es una sociedad totalmente injusta, diría Rawls