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“Juan anunciaba las buenas noticias a la gente”

Por Hermann Rodríguez Osorio

herosj@hotmail.com

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La predicación es un arte que no es fácil de adquirir y siempre habrá quejas porque es muy extensa o muy breve o porque en lugar de referirse a la Palabra de Dios, nos detenemos en asuntos de la política o de los problemas económicos... pero si el predicador se refiere a las Escrituras, es fácil escuchar también a otros que se quejan de que lo único que se hace es repetir las lecturas sin remitirse la realidad actual. Es muy difícil tener contenta a la gente con nuestra predicación, pero también hay que reconocer que muchas veces quienes prestamos este servicio en la Iglesia necesitamos preparar con mayor cuidado lo que vamos a decir, de manera que las personas que nos escuchan se sientan “edificados” e invitados a cambiar su propia vida. En el Oficio de lectura de la memoria de san Vicente Ferrer hay recomendaciones sobre la predicación que vale la pena recordar hoy:

“En la predicación y exhortación debes usar un lenguaje sencillo y un estilo familiar, bajando a los detalles concretos. Utiliza ejemplos, todos los que puedas, para que cualquier pecador se vea retratado en la exposición que haces de su pecado; pero de tal manera que no des la impresión de soberbia o indignación, sino que lo haces llevado de la caridad y espíritu paternal, como un padre que se compadece de sus hijos cuando los ve en pecado o gravemente enfermos o que han caído en un hoyo, esforzándose por sacarlos del peligro y acariciándoles como una madre. Hazlo alegrándote del bien que obtendrán los pecadores y del cielo que les espera si se convierten. Este modo de hablar suele ser de gran utilidad para el auditorio. Hablar en abstracto de las virtudes y los vicios no produce impacto en los oyentes”.

El texto del evangelio que nos presenta la Escritura en el día de hoy (Lucas 3, 10-18) nos cuenta cómo predicaba san Juan Bautista, con ejemplos muy claros y comprensibles para aquellos que le preguntaban qué debían hacer: “El que tenga dos trajes, dele uno al que no tiene ninguno; y el que tenga comida, compártala con el que no la tiene”. “No cobren más de lo que deben cobrar”. “No le quiten nada a nadie, ni con amenazas ni acusándolo de algo que no haya hecho, y conformándose con su sueldo”. Todo esto lo decía Juan, teniendo claro que no se anunciaba a sí mismo, sino que su tarea era preparar el encuentro de cada uno de sus oyentes con el Señor, que venía a su encuentro de modo personal.

Al acercarse la celebración de la Navidad, nos sentimos invitados a cambiar muchas cosas en nuestra vida y la predicación debe señalar con ejemplos claros y sencillos las cosas que podemos cambiar, invitando a las personas que buscan una respuesta a descubrir lo que podemos y debemos hacer para que hoy vuelva a ser Navidad en medio de nosotros y en medio de nuestro pueblo. De acuerdo con la situación concreta de los oyentes que tenemos delante, deberíamos hacer el esfuerzo por concretar los cambios que podrían hacer en sus propias vidas y bajar a lo concreto, como lo recomendó san Vicente Ferrer y como lo hace el Bautista... Esto es, anunciar “las buenas noticias a la gente”

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