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Los Juegos Olímpicos, además de ser un encuentro en donde se mide la preparación física, la destreza y algo de las tradiciones y rasgos culturales de los participantes, son un símbolo de acuerdos democráticos y de la capacidad de los países de establecer normas para competir entre sí. Y es precisamente por la posibilidad de alcanzar arreglos en medio de diferencias políticas y diversos orígenes sociales que los Juegos Olímpicos son un símbolo de la libertad y una forma de contrarrestar las tendencias autoritarias.
En su reciente texto El ocaso de la democracia, la columnista Anne Applebaum se pregunta por las causas de aparición de rasgos autocráticos entre los individuos, y sostiene que, bajo las condiciones adecuadas, cualquier sociedad puede dar la espalda a la democracia. En este mismo texto, la autora cita a la economista conductual Karen Stenner, quien define el concepto de autoritarismo como algo que atrae a las personas que no toleran la complejidad. Esta economista concluye que dicho instinto no tiene nada que ver con categorías políticas de izquierda y derecha, y que este rasgo simplemente es un rechazo del pluralismo, de las personas con ideas diferentes y del debate argumentado.
La tendencia al autoritarismo es peligrosa puesto que amenaza el orden democrático, el cual, por naturaleza, acoge y fomenta la diversidad de ideas, posturas y elecciones personales, todo bajo el manto de la libertad. Adicionalmente, el autoritarismo es riesgoso debido a que es un sistema ideal para el surgimiento de demagogos, de políticos antiliberales y, en últimas, de dictadores.
Observar los Juegos Olímpicos, disfrutar sus competencias y apreciar el comportamiento humano —donde salen a flote algunos de los mejores comportamientos personales— resultan en un recordatorio sobre la importancia de un modelo que brinde orden (normas) y, a su vez, permita que competidores y equipos puedan desarrollarse de manera óptima.
En estos últimos días de encuentros deportivos, apreciemos con mayor atención cómo en medio de la diversidad las personas tenemos la capacidad de alcanzar acuerdos sociales para sacar a relucir lo mejor de nuestra condición y, a la vez, cohesionar a las sociedades alrededor de emociones que nos acercan. Recordemos también que lo anterior es posible en una organización que proteja y fomente las libertades. La democracia es valiosa y no se debe dar por sentada. Aunque el canto de sirena autocrático esté presente, el deporte y la competencia internacionales son un buen recordatorio del valor de la libertad y el orden alcanzado por consensos
