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Muritos para conversar

Estos diálogos tienen que parecerse a los de mi abuelo si queremos ayudar en la construcción de sociedades más justas. No pueden ser vacíos ni falsos, no pueden proponerse por moda.

hace 4 horas
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  • Muritos para conversar

Por Juliana Restrepo Cadavid - JuntasSomosMasMed@gmail.com

Tengo la idea de que mi abuelo Juan Guillermo era un gran conversador por lo que me ha contado mi papá. Me lo imagino echando cháchara con el señor que le embetunaba los zapatos en La Playa con Sucre, con los amigos mientras tomaban aguardiente en algún lugar del centro o con señores elegantes encorbatados cuando fue ministro y vivieron en La Soledad, en Bogotá. Estoy segura de que pasaba largas horas hablando con los mayordomos en las fincas, con sus hijos y sobrinos en las pesquerías y con mi abuela y mis tías en la mesa del comedor de Santanita mientras comían arepa con mantequilla y bizcochuelos.

Conversar es hablar con otra persona alternando el turno de la palabra.

La suya fue una capacidad que heredaron mi papá y algunos de mis tíos y tías y de la cuál he sido testigo directa. La suya era una conversación que partía de un genuino interés por lo que el otro tenía para decir, que respetaba el ritmo de ires y venires de la palabra y el baile natural de los gestos, que estaba desprendida de cualquier ego. No desconocía las diferencias entre los interlocutores, pero entendía que las diferencias dan perspectiva y complejizan el discurso de verdad.

Ya lo he dicho antes, pero los problemas que nos convocan como especie y las preguntas que moldean las posibilidades del pensamiento, requieren conversaciones inéditas. Desde los liderazgos de instituciones culturales y educativas, es urgente preguntarnos cómo construir muritos bien sabrosos para conversar. Debemos entender cómo educar para mirar la diferencia como perspectiva y qué habilidades fomentar en las personas que habitan este mundo para que la cualidad accidental de Juange se vuelva común. Nina Simon, referente intelectual y práctico de participación, dice que los museos son lugares de encuentros improbables. El Science Gallery Network, una red global de diálogos arte-ciencia capaz de hablarle a los jóvenes, coincide. Enfatiza la importancia de dichos encuentros en su misión y centra su enfoque en crear espacios donde la ciencia y el arte se crucen y se fomenten interacciones inesperadas entre audiencias diversas.

Hay muchas conversaciones necesarias en este momento: Entre la psicología y la ecología, entre lo político, lo racial, lo social y lo ecológico, entre la educación y la accesibilidad, entre el arte y la ciencia, entre la ciencia y la pseudociencia... Hay muchas conversaciones pendientes en este momento: Entre personas de distintas generaciones, de distintas posturas políticas, de distintas neurodiversidades. Estos diálogos tienen que parecerse a los de mi abuelo si queremos ayudar en la construcción de sociedades más justas. No pueden ser vacíos ni falsos, no pueden proponerse por moda. Tienen que respetar los ritmos y dejar alternar la palabra, tienen que estar desprendidos del ego y partir de un interés genuino por el otro, por lo que el otro sabe, por lo que el otro ve. Solo así permitirán tener la perspectiva que da aproximarse a algo desde varios ángulos y distancias.

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