La diferencia entre los Estados occidentales, estables y con una gran tradición constitucional, con respecto a organizaciones políticas como la nuestra, está, entre otras cosas, en su estabilidad institucional. Como se observó en una anterior entrega, los ciudadanos norteamericanos y europeos pueden protestar contra ciertas decisiones del parlamento o de la administración, pero en ningún momento alzarán su voz para denigrar contra su orden constitucional, menos aún, para solicitar cambios sustanciales en el Texto Supremo.
Todo lo contrario sucede en sociedades como la nuestra. La estabilidad y el respeto por el orden constitucional, parece que no hacen parte de la práctica política, ni de los cánones superiores de la cultura jurídica. Lo más...