Nunca había sido tan patente la oposición entre civilización y barbarie. Nos asombramos con los avances en la ciencia y la tecnología, con los pasos seguros en grandes centros investigativos para alcanzar niveles óptimos de progreso, pero se ensombrece la ilusión de un futuro mejor cuando brotan los ataques de cavernícolas que sueñan con que la humanidad repita la era del paleolítico. ¡Guerra a la civilización! Tal es la consigna reciente de bandas estudiantiles en Chile, la misma que se reproduce en otros lugares distantes o cercanos de nuestras coordenadas.
Los bárbaros de hoy actúan, no sé si piensan, que la destrucción de todo lo que se ha construido a lo largo de los siglos es la única posibilidad de calmar sus tremendas insatisfacciones. La demolición de monumentos históricos resume sus alucinaciones. Sirven a ideologías apátridas y antisociales que los manipulan y engañan con promesas falsas de liberación que sólo van a condenarlos a una esclavitud que no alcanzan a imaginar. Pensé que en un video se representaba una escena nocturna de un grupo de trogloditas que danzaban en torno a una hoguera primitiva. Creí que celebraban la invención del fuego. Después vi que era una ceremonia de muchachos en un campamento improvisado en algún campus universitario, donde entonaban cantos guturales y tocaban rústicos instrumentos de percusión. Esa dizque es “nuestra juventud”, la “nueva clase intelectual”, la que va a revolucionar la sociedad humana y a salvarla de la aniquilación por el progreso burgués, capitalista y opresor, además fascista y de la extrema derecha. Claro. La sola idea de progreso es una herejía para los neoprofetas de las tribus nómades de la Edad de Piedra anunciada.
El turismo espacial puede parecernos una extravagancia de multimillonarios como Bezzos o Elon Musk, aburridos de no saber qué hacer con la plata. Sea lo que fuere, los viajes orbitales de estos días comprueban la capacidad de inventiva de los seres humanos que trabajan en complejos organismos de investigación.
¿Qué significan los desarrollos de organismos científicos como el Caltec en Estados Unidos, donde ya hay inventos a punto de transformar costumbres y modos de vida en el planeta? ¿Acaso tienen importancia las innovaciones y las tendencias tecnológicas en materia de inteligencia artificial y robótica, de últimos dispositivos electrónicos de comunicación, de experimentación con fármacos de diseño y vacunas como las que nadie esperaba que aparecieran tan pronto como las del coronavirus, el uso artístico de drones como los que vimos en la inauguración de los Olímpicos de Tokio, el próximo vuelo de taxis autónomos, y toda una lista ya larga de sorpresas que seguirán descrestándonos? Todo eso habrá que destruirlo, según los celebrantes de la bestialidad rediviva. Es la arremetida de los nuevos bárbaros