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Ernesto Ochoa Moreno
Columnista

Ernesto Ochoa Moreno

Publicado

La bitácora de Otraparte

Por

ernesto ochoa

luiseochoa@une.net.co

“El hombre de las libretas” titulé hace unas semanas mi columna de ese sábado, en homenaje a Fernando González en el quincuagésimo primer aniversario de su muerte el día 16 de febrero. Hoy, 24 de abril, en que escribo, recordando el nacimiento en este día del filósofo en Envigado en 1895, se me ocurre hablar de lo que yo llamaría la bitácora de su obra.

Se podría dividir la producción literaria de González en tres etapas que se encuadran, a mi manera de ver, en la teoría de los viajes que él plantea en su libro titulado precisamente “Libro de los viajes o de las presencias”. Se puede plantear la vida y la búsqueda existencial de la verdad, o de Dios, como un proceso que implica un triple viaje: el viaje pasional, el viaje mental y el viaje espiritual o de las presencias. Todo en la vida responde a esta dinámica: lo pasional primero, de ahí a lo mental, para coronar en la Intimidad o la Presencia, que sería lo místico. Vivencia tras vivencia, o entreveradas todas en una misma agonía, resulta la teoría de los viajes.

A riesgo de simplificar, se podría ensayar la hipótesis de que la producción literaria del solitario de Otraparte se encuadra, así mismo, dentro de esas tres facetas o dimensiones. Que sería decir que desde “Pensamientos de un viejo” (1916) hasta “Santander” (1940), pasando por toda la fecunda producción de la década de los años treinta, son libros de viaje pasional. Con “El maestro de escuela” (1941) se inicia el viaje mental que encierra a González en un silencio literario y espiritual que culminará con el “Libro de los viajes o de las presencias” (1954) y “La tragicomedia del padre Elías y Martina la Velera”, su última obra, de plenitud y culminación.

Viaje a pie” (1929), (cuya segunda traducción al francés, sea dicho de paso, acaba de aparecer en Canadá), inicia una intensa y fecunda etapa de Fernando González como escritor. Van a ser diez largos años de pasionalidad, de la que hicieron parte, como anticipo y promesa, tanto su tesis de Derecho, “Una tesis” (El derecho de no obedecer) y “Pensamientos de un viejo”, como toda la febril producción entre los años treinta y cuarenta.

Casi un libro por año. 1930, “Mi Simón Bolívar”; 1931, año de Fernando González conferencista, (“buhonero del espíritu” se denominó él mismo). 1932, “Don Mirócletes”; 1933, “El hermafrodita dormido”; 1934, “Mi compadre”; 1935, “El remordimiento” y “Cartas a Estanislao”; 1936, “Los negroides; 1936-1939: 13 números de la “Revista Antioquia”; “El maestro de escuela”, 1940.

En 1959 arranca el viaje mental con “Libro de los viajes o de las presencias,” que dará paso a “Tragicomedia del padre Elías y Martina la velera” (1962), que es antesala de la plenitud que llegará con su muerte en 1964.

Leer los libros de Fernando González, tanto los que él publicó en vida como otros que aparecieron en un contexto distinto o posterior y que no se han aducido en esta nota, equivale a repasar la bitácora de su viaje. De sus viajes. “No se dirá murió, sino lo recogió el silencio”

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