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La colección arqueológica del Museo del Oro del Banco de la República cumple ochenta años el próximo 10 de octubre, y para celebrar este aniversario están previstos varios eventos, incluida una exposición de las fotografías y memorias del recorrido vital de esa notable institución.
No es muy conocida la historia del nacimiento del museo. La entidad cultural más importante del país no fue en realidad el fruto de una política explícita, sino el resultado de una decisión fortuita del entonces gerente del Banco de la República (BR). En efecto, a fines de los años treinta, unos años después de iniciar funciones el BR, llegaron a la oficina central del banco tres piezas de oro precolombino que habían sido adquiridas por una de las agencias regionales. (Urrutia, Miguel. 2017, La cultura en el Banco de la República).
Hay que recordar que el BR, creado en 1923, cuando regía el patrón oro, compraba y vendía el metal dentro del mandato que tenía para conducir su política monetaria. La belleza de las piezas y la sensibilidad de los funcionarios del BR impidieron que fueran fundidas y, de esa forma, se constituyeron en la base de la colección del banco central.
Poco a poco se fue creando conciencia de la necesidad de acopiar y preservar los objetos de oro y plata fabricados por los indígenas en la época precolombina. El famoso Poporo Quimbaya, el ícono de la colección, elaborado en el año 300, llegó en 1939 al BR dentro de un lote propiedad de un particular. La junta directiva del BR, a buena hora, tomó la decisión de adquirir esas once piezas representativas de nuestra cultura. La iniciativa para esa compra había sido sugerida por el ministro de Educación al gerente del BR. Se sentó así el precedente formal para que fuera el BR el que conformara ese patrimonio.
En 1944, con una colección que alcanzaba ya las 4000 piezas, el BR decidió crear un pequeño museo para visitantes especiales en el salón de juntas. En 1950, se construyó una sala especial dentro de la sede del BR, que todavía restringía sus visitas, y en 1959, se construyó una bóveda en el sótano de la sede principal. El museo tuvo su sede propia en 1968 y tres décadas después se le construyó un anexo que duplicó la capacidad para llevar a cabo exposiciones y conferencias.
El museo no es únicamente el guardián de la colección arqueológica más importante del país, con 34 mil piezas de oro precolombino y 20 mil objetos líticos, cerámicos, textiles y piedras preciosas, algo que de por sí es muy valioso. El museo recorre el país y el mundo entero con sus colecciones muy bien documentadas y conservadas. La actividad internacional, en palabras de Urrutia, ha contribuido muchísimo a darle prestigio al nivel cultural de la civilización de nuestros indígenas precolombinos. El BR, además, ha apoyado la labor de investigación en el campo de la arqueología, con lo cual mejora el conocimiento científico de nuestro pasado y le da soporte a la labor del Museo del Oro.
Un patrimonio cultural del cual nos podemos sentir muy orgullosos y que se constituyó gracias a la visión de unos verdaderos servidores públicos que vieron la importancia de preservarlo.
