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Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com
El barómetro 2023 de la fundación Open Society consultó la apreciación sobre la democracia de más de 36.000 personas en 30 países, quienes representan estadísticamente un universo de 5.500 millones de habitantes del mundo.
A pesar de que la mayoría de los consultados (86%) quiere vivir en un estado democrático y que hay incredulidad generalizada sobre la capacidad de los gobiernos autoritarios y populistas para cumplir lo que prometen y avanzar por los caminos de las agendas globales, los jóvenes, especialmente de la Generación Z y los millennials, tienen poca fe en la democracia. A eso se suma que un tercio de los encuestados no ven como problema apoyar a líderes incluso de facto, que eliminen el equilibrio de poderes y el derecho a elegir por la vía del voto.
Grave, muy preocupante. Estas conclusiones muestran un bipolarismo complejo. Hay un clamor de personas que abogan por instituciones pluralistas que protejan sus derechos para decir “democracia, sálvanos, confiamos en ti”, al tiempo que otras voces estoicas se enfocan en mesianismos de derecha o izquierda para decir: “que se cuadre esto como sea y con el que sea”.
A un lado, esperanza y al otro un desespero rabioso. Una paradoja.
Esta última afirmación cobra fuerza al mirar los asuntos que preocupan de fondo, por los que la gente clama solución: la pobreza, la desigualdad, la lucha contra la corrupción y el riesgo que trae consigo el cambio climático.
¿Por qué ha pasado esto? El panorama descrito es resultado de la pérdida de confianza, la polarización, la manipulación derivada de noticias falsas y, especialmente, el crecimiento de populismos de derecha e izquierda que rechazan visiones liberales y pluralistas.
Nada distinto a lo que pasa en Colombia. De hecho, nuestro país - incluido en el estudio - hoy es una de las sociedades más impactada por la perversa dinámica de destrucción del valor democrático, pues vivimos con la incertidumbre de saber si quienes nos gobiernan entienden el impacto que sus actos pueden tener sobre el que quizás es el menos imperfecto de los sistemas políticos que han podido regir los designios de las sociedades.
Pensemos en Medellín, un caso claro de destrucción de ese valor democrático. La semana pasada se publicó el Panel de Opinión 2023 de la firma Cifras y Conceptos, que consultó a más de 1.500 líderes de la opinión. El 71,2% de los encuestados calificó como pésima y mala la gestión del alcalde de Medellín. En gran medida, es el resultado de una narrativa polarizadora y populista y, sobre todo, del tufillo de corrupción que ha envuelto a la administración. ¿Recuerdan que esos son algunos de los temas que la gente espera que se combatan para salvar la democracia? No hay mucho más que decir.
Octubre se avecina y llegan elecciones, un punto de quiebre para decidir si seguimos así o apostamos por liderazgos que muestren una luz al final del túnel, esa que puede proteger la democracia a futuro.