El deseo del ser humano a perpetuarse se remonta a nuestros orígenes. El arte y la literatura son buenos ejemplos de cómo el hombre ha querido dejar obras que le trasciendan.
En el mundo empresarial no son pocos los casos en que los ejecutivos se anclan a sus cargos. Es la manera errónea de querer inmortalizarse. Olvidan que detrás viene gente mejor y con ganas, a quienes se les debe abrir el camino. Se quieren perpetuar en vida y con frecuencia terminan matando las empresas. En el caso de las empresas familiares es peor: el hijo de 50 años, después de 25 en la compañía, va donde el padre, quien tiene 75, y le pregunta “Padre ¿Por qué no planeamos la sucesión?”. El padre le responde, “hijo, vas muy bien, pero aún tienes mucho por aprender”....