Por Lluís Bassets
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De atender a la escalada verbal e incluso militar entre Washington y Pekín, Taiwán es la llave maestra de la hegemonía asiática e incluso global. No es una novedad, puesto que observadores de primer nivel vienen señalándolo desde hace años. Paul Wolfowitz, que formó parte de los equipos de George Bush hijo, adjudicó a la isla un papel similar al del Berlín dividido durante la Guerra Fría. Robert Kaplan, el redescubridor de la geopolítica, aseguraba hace más de siete años que “si la independencia de facto de Taiwán se viera comprometida, aliados como Japón y Australia, incluyendo a todos los países ribereños del mar de China Meridional, reformularían sus preferencias de seguridad y se acomodarían perfectamente al ascenso de China”.
Cuando escribió su libro, faltaba mucho para la caída de Afganistán en manos de los talibán, Donald Trump no era todavía candidato ni había impugnado la política oficial de Estados Unidos de reconocimiento de una sola China. Regía el principio de un solo país, dos sistemas y Hong Kong era libre. Tsai Ing-wen, la actual presidente, no había alcanzado la máxima magistratura con su programa nacionalista, en favor de una identidad taiwanesa diferenciada. No había arrancado el Quad, la alianza de Washington con Japón, India y Australia, ni tampoco el Aukus, con Australia y Reino Unido. El recién llegado Xi Jinping estaba lejos de asentarse como presidente todopoderoso y sin límite de mandatos. Regía la política exterior de Deng Xiaoping, bajo el lema maquiavélico de “esconder tus capacidades y esperar el momento adecuado”.
La disputa no es solo territorial, sino que incluye todas las aristas de un conflicto incontrolable. Históricamente, es el último retazo de un antiguo imperio que Pekín quiere recuperar tras el siglo de humillación colonial. Económicamente, es el primer productor de microchips, esenciales para la industria global. Geográficamente, es la puerta del mar de la China Meridional, que desagua en el estrecho de Malaca y concentra una tercera parte del tráfico marítimo global. Ideológicamente, es el escaparate democrático y liberal frente al modelo autoritario de partido único.
Inquietan los movimientos militares cada vez más arriesgados de unos y de otros. También las palabras de dirigentes de ambas orillas, que dan por segura una confrontación militar dentro de la actual década. Xi se juega su ambición y su programa. Joe Biden, la presencia de Estados Unidos en Asia e incluso la hegemonía en el mundo. Como en el Berlín del bloqueo soviético de 1949 y de la construcción del Muro en 1961, sobre Taiwán pende la amenaza de una guerra entre dos superpotencias nucleares.