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Ernesto Ochoa Moreno
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Ernesto Ochoa Moreno

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La Madre de los inseguros

Por Ernesto Ochoa Moreno

ochoaernesto18@gmail.com

Lo encontré desmadejado en la silla mecedora. La semioscuridad apenas se iluminaba con el titileo de una veladora encendida. El pasar entre los dedos las cuentas de la camándula dejaba entrever que estaba vivo.

-¿Rezando, padre Nicanor?

-Rezando, hijo. A veces no queda sino eso: rezar. Yo me aferro a esta camándula como el náufrago a una tabla de salvación. Además, estamos en la novena de la Virgen del Carmen. Mariengracia me hizo el altarcito y encendió la veladora.

-Claro. Hoy es jueves, 16 de julio, el último día.

-Sí, la fiesta de la patrona de los conductores, de los viajeros, de los navegantes. De todos, porque todos somos viajantes en la vida. Fiesta del Carmen sin procesión, por lo demás, en pleno aislamiento social.

-Perdone, tío, que sea franco. Le confieso que a veces me inquieta que un capítulo tan bello de la teología, como es el misterio de María, Madre de Dios, se haya vuelto punta de lanza de cierto integrismo católico, de tradicionalismos a ratos politizados o, por lo menos, muy cargados de ideología. O que simplemente se reduzca a un devocionismo endeble y fofo.

-Ya enfilaste tu batería de críticas. Tu batería contra mi beatería. Estoy de acuerdo contigo. Es fatal fanatizar una idea, o una actitud religiosa, en cualquier credo, y más si está ella adobada con sentimientos populares y de devoción.

-Y en el caso de la Virgen...

-El peligro es convertir una devoción, un sentimiento religisoso, en arma apologética por los ortodoxos y conservadores; por los agnósticos en argumento anticlerical o antieclesiástico; por los adeptos de sectas cristianas u otras confesiones en arma anticatólica. Nada más ajeno al misterio de la Madre de Dios que meterla a ella en esta esgrima de apasionamientos.

-Ya voy entendiendo, tío.

-Es ofensivo hacer de la devoción mariana una trinchera contra el comunismo, por ejemplo, o contra el materialismo, o contra el progresismo, o contra el relativismo. María es, no solamente pero sí sobre todo y en cuanto corredentora, una presencia salvadora, que ilumina y acompaña a todos. Y el escapulario, ya que hablamos de la Virgen del Carmen, un humilde signo de ese misterio, no un amuleto de imposibles taumaturgias.

-Ya me está usted soltando el sermón, tío.

-En el misterio de la Iglesia la presencia de María es esencial. Pero no una presencia para aferrarnos al pasado, para adobar tradicionalismos, sino una presencia de futuro. María fue, en su vida mortal, una mujer de futuro que aceptó las incertidumbres de su maternidad, de la misión encomendada. María es la madre de los inseguros, de los que navegamos en la esperanza. Así son, por lo demás, todas las madres

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