Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Estamos discutiendo reformas importantes que necesita el país. ¿Todos ponen con equidad? ¿O solo ponen los mismos de siempre? Conversemos abiertamente sobre los derechos de las comunidades indígenas, pero también sobre sus obligaciones.
Por Juan Carlos Manrique - jcmanriq@gmail.com
Sin más preámbulos, la población indígena es parte de nuestra esencia, nuestra historia y nuestro futuro. Dicho esto, al ver a varios integrantes de la minga indígena entrar a las instalaciones de Semana y atentar contra la libertad de prensa, con la complicidad opaca de la policía y la respuesta tibia del gobierno, me surgieron varias reflexiones.
La primera. No sería mejor utilizar toda esa exuberante capacidad de movilización colectiva para ir a la Guajira a mitigar el desastre social que sufre la comunidad Wayuú, por la falta de agua y su economía precaria. A cambio de andar rompiendo puertas, no sería mejor ponerse a trabajar, ser solidarios y construir molinos, jagüeyes, pozos, plantas de ósmosis inversas y pilas públicas. En vez de andar matoneando no sería mejor sentarse a pensar cómo activar el potencial de Salinas de Manaure, que hoy opera solo al 10% de su capacidad.
La segunda. Estamos discutiendo reformas importantes que necesita el país. ¿Todos ponen con equidad? ¿O solo ponen los mismos de siempre? Conversemos abiertamente sobre los derechos de las comunidades indígenas, pero también sobre sus obligaciones. Conversemos sobre cómo contribuyen al régimen de pensiones, al sistema de salud o al pago de impuestos - los territorios indígenas no son contribuyentes del impuesto sobre la renta y el predial lo asume la Nación -. Conversemos sobre la reforma agraria, que sin duda debe ser una reforma agraria integral. Colombia tiene cerca de 114 millones de hectáreas de tierra, de las cuales 40 millones - el 35 % - son propiedad colectiva de los resguardos indígenas y de las agrupaciones étnicas.
La tercera. ¿Qué quiere el gobierno? Que se constituya la minga de los contribuyentes. Una agrupación conformada por los que se parten el lomo todos los días para sacar adelante el país, que pagan impuestos, que están formalizados, que hacen parte de un zoológico donde es muy fácil cazarlos. Número de la cédula, Nit o Rut y ya está. La propuesta es que la minga de los contribuyentes deje de trabajar, de hacer empresa, de pagar impuestos, desconozca sus obligaciones y solo ejerza sus derechos. Como, por ejemplo, su derecho a vivir sabroso, a que el Estado la mantenga, a viajar por el país con todos los gastos pagos y de paso, romper lo que se atraviese con los aplausos y las venias de las autoridades.
Y la última reflexión. Por muchas razones somos un país con profundas desigualdades. La semana pasada asistimos a otra versión. Ciudadanos de primera y de tercera categoría. Los de primera categoría viajan con los recursos del Estado, no trabajan, disfrutan de vacaciones permanentes y tienen patente de corso para gastar, romper y bloquear. Cada bloqueo genera un subsidio adicional. Los de tercera categoría trabajan, facturan, aportan a la seguridad social, la gran mayoría no tienen ni media hectárea de tierra y pagarán más impuestos el próximo año con una inflación al trote. Lo más interesante, los de tercera categoría sostienen a los de la primera categoría. ¿Qué cosita no?