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Ernesto Ochoa Moreno
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Ernesto Ochoa Moreno

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La no obediencia según Fernando González

Por Ernesto Ochoa Moreno - ochoaernesto18@gmail.com

El pasado 16 de febrero se cumplió un nuevo aniversario (el 58) de la muerte de Fernando González, acaecida en Otraparte (Envigado) en 1964. Por este motivo, retomo viejas reflexiones surgidas a luz del solitario de Otraparte.

Recuerdo que, como creo haberlo comentado alguna vez, la primera columna mía referida al maestro se titulaba “De la rebeldía al éxtasis”. Así se llamó, años más tarde, la exposición permanente sobre el escritor envigadeño que suele ofrecerse a los visitantes de la Casa Museo Otraparte. Esa columna apareció el 16 de febrero de 1981. Y al año siguiente, fiel a mi devoción por el autor antioqueño, volví a hablar de él en las páginas del ya desparecido diario El Mundo. Allá retorno hoy, siempre a la zaga de nuestro pensador, tras las huellas de su pensamiento.

Esa segunda referencia un año después, en febrero de 1982, como se puede apreciar por quien lea lo que sigue, tiene una clara relación. Dije entonces: “Creo que debo rectificar. Lucas de Ochoa no fue un rebelde ni logró el éxtasis. La rebeldía es un punto de partida demasiado cómodo y el éxtasis, una meta, por lo demás, tranquilizadora”. Y añadía: “Negar el primer principio no es un acto de rebeldía. Es algo más. Es destruir, ir destruyendo la verdad, la bondad, la belleza, todos los atributos del ser. Porque todos son mentira, encubren la Intimidad. Toda verdad encontrada, y toda bondad y toda belleza, son una tentación para quedarse ahí, para no seguir adelante. Hay que deglutir, tragarse la negación de todo eso, meterse por el oscuro túnel, un túnel que uno va haciendo al ritmo de sus propios pasos y sus negaciones. No hay sino un camino: no obedecer”.

Llegamos así al punto que motiva esta reflexión. “La obediencia es tranquilizadora”, continuábamos en esa columna. “Es, en el fondo, una cobardía. También la desobediencia. Fernando González no enseña a desobedecer, sino a no obedecer, que es muy distinto. La obediencia y la desobediencia son conceptos y vivencias infantiles. La no obediencia es el camino de la madurez. Es decir, de la soledad, de la intimidad, del entendiendo”.

Para González no obedecer no es atacar o desacatar la autoridad. Es algo previo a la autoridad. La búsqueda del paraíso perdido. Un camino hacia un atrás que no tiene principio y hacia un adelante que no tiene fin. Es el viaje. Viaje místico, viaje en la noche. Una noche que se le entra a uno por el alma como un río de cuchillos afilados que rasgan, que destruyen. Es una experiencia de desnudez. Hay que quitarse los disfraces, las máscaras, hasta la piel. Todo sobra. Todo es mentira. Hay que matar, uno a uno, a los personajes a los que uno representa. Hasta el beatífico suicidio del padre Elías, perdido en la Intimidad, con la inocencia recuperada.

Ese es, pienso, “el derecho a no obedecer” que predicó el maestro. Una experiencia espiritual. Una vivencia mística.

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