La Iglesia celebra “la llegada” del Espíritu Santo. Jesús resucitado se manifiesta en la comunidad y deja, en la intimidad de cada mujer y cada hombre, la cercanía conmovedora y movilizadora de Dios. Que los creyentes sentimos en el regalo de la vida, y en la llamada en conciencia a amar en compasión, solidaridad, respeto, justicia y perdón.
Intimior ìntimo meo. Lo más íntimo de mi propia intimidad. Decía San Agustín de esta experiencia del Espíritu. Así explicaba, en el silencio de la meditación, más allá de la experiencia de sí mismo, el encuentro con el misterio del Amor gratuito. Que le regalaba la existencia personal, en la inmensidad del universo. Que lo tomaba a él, Agustín, infinitamente en serio, para impulsarlo a acoger misericordiosamente...